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Actualizado: 6 de junio de 2025
Esto indignó tanto a Osorio, que un día, sin que se despidiesen de su madre, las metió en el coche y las llevó él mismo al colegio. Por cierto que a la noche, cuando Clementina regresó, hubo con este motivo una escena violenta entre los esposos. Raimundo también padecía con las ocupaciones de su amante.
Raimundo estaba tan atento a contemplar el palco de la señora de Osorio, que no reparó en la provocativa insistencia del tenorio. Este, cansado al fin, subió a saludar a su querida. Sentóse a su lado, en la misma posición que un momento antes había estado Raimundo, quien al verle de esta suerte sintió un extraño malestar, cierta vaga tristeza que no trató de definir.
El arzobispo de Santiago D. Alonso de Fonseca se hallaba en 1466, con los canónigos y clérigos que le eran fieles, sitiado en su misma catedral por gente armada á las órdenes de un magnate, que se cree fuese el conde de Trastamara D. Per Alvarez Osorio, quien ya en otra ocasion habia hecho lo mismo con el arzobispo D. Rodrigo de Luna.
Sustituía a su madrastra porque ésta, a causa de su debilidad, no podía mantenerse tanto tiempo en pie. La duquesa estaba en la sala de conversación rodeada de algunas amigas: allí recibía a los que iban a saludarla. El duque y Osorio, a la puerta de la antesala, ofrecían el brazo a las damas que iban llegando y las conducían hasta Clementina.
Alguien le hizo entender que no era éste el mejor sistema y que corría riesgo, por quererlo todo, de perderlo todo. Cambió de táctica. Se dedicó a sacar de su querido todo el dinero que pudo y a empujarle suavemente, pero con tenacidad, al matrimonio. Mas aunque por lo que se refiere a esto último sus asaltos continuaban siendo infructuosos, Clementina y Osorio estaban con el alma en un hilo.
Entre los varios adoradores y solicitantes que su mano tuvo, y que entraban y caían de su gracia alternativa y rápidamente, llegó uno que logró fijar algo más su atención. Llamábase Tomás Osorio. Era un joven de veintiocho a treinta años de edad, rico, exiguo y delicado de figura, de rostro agraciado y genio vivo y resuelto.
En tales circunstancias, bien por un arranque de su temperamento impetuoso o porque no faltara entre sus íntimos quien se lo aconsejara, Clementina se resolvió a dar un golpe decisivo que de una vez zanjase el litigio y todos los problemas a él anejos. "Mi padre está secuestrado dijo . Yo voy allá y arrojo a esa mujer de casa". Osorio trató de disuadirla, pero inútilmente.
Pepa Frías, vivamente agitada, hablaba aparte con Jiménez Arbós, después de haberse enterado, preguntando a algunos banqueros, de que los negocios de Osorio no marchaban bien. No obstante, todos le suponían con medios de hacer frente a sus compromisos.
Hace quince días me entregó otro de nueve mil.... Aquí está. La misma operación, y el mismo silencio. El mes pasado me presentó tres; uno de siete mil, otro de once mil y otro de cuatro mil.... Aquí los tengo también. Osorio agitó el puñado de papeles un instante delante de los ojos de la dama. Viendo que ésta no despegaba los labios, preguntó: ¿Estás conforme? ¿Con qué? dijo secamente.
En abril de este año, en la calle de Francos, probablemente en casa del poeta, falleció doña Marta de Nevares. Lope la lloró en la ya citada égloga Amarilis, que vió la luz al año siguiente. Antes de ello, en 1632, publicó La Dorotea, "acción en prosa" dividida en cinco actos, en que Lope, como hemos dicho, conmemora muchos recuerdos de sus relaciones con Elena Osorio.
Palabra del Dia
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