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El aspecto que ofrecía el teatro era animadísimo; estaba lleno de bote en bote, y en la entrada general, en los pasillos se veía mucha gente de pié, pugnando por sacar la cabeza ó meter un ojo entre un cuello y una oreja.

Juan responde con una carcajada; y con los ojos brillantes, la boca pegada a la oreja de Franz, murmura: ¿Crees , pues, mi pobre amigo, que yo sería capaz de ir a vivir y a morir al extranjero sin haberla visto antes una sola vez? ¿Crees que tendría yo valor para contemplar el mar durante cuatro semanas, sin precipitarme en él, si no la hubiese visto otra vez?... ¡Me faltaría la respiración, el alimento se me quedaría en la garganta, me consumiría vivo, si no la hubiese visto una vez más!

Dos señoras ya entradas en años y de aspecto maligno fingían gran interés por conocer los versos, y hasta se llevaban de vez en cuando una mano á la oreja para oir mejor. Pero al mismo tiempo las dos seguían conversando detrás de sus abanicos.

Aquella mañana habíase propuesto almorzar con Jacobo y llevárselo después al Petit-Club a tirar de la oreja a Jorge, con ánimo deliberado de darle por el camino algún sablazo bien dispuesto.

Apenas se había cerrado la puerta tras el barón, Amalia hizo traer la niña a su presencia. ¡Venga usted acá, señorita, venga usted acá! ¡Cuánto tiempo ya que no nos hemos visto! ¿Cómo lo ha pasado usted? ¿Le ha ido a usted bien? El barón es muy galante con las damas, ¿verdad? La niña lanzó un grito penetrante. ¡Ay mi oreja!

El director se cuidaba poco de él: decíase que tiraba de la oreja a Jorge en el casino, y tal vez fuese cierto: lo indudable era que las cosas casi nunca andaban bien, que más de cuatro veces faltó dinero en la caja para pagar al almacenista, y que a los profesores se les adeudaban casi siempre tres o cuatro meses de sueldo.

Sin contestarle, Lita dijo, en voz baja y misteriosa: Pues oye... ¡Oye, que tengo que decirte un secreto muy grande!... Acerca la oreja... ¡Más!... ¿Sabes qué secreto? ¡Mi madrina es una hada! Creyó Lita que Ramón quedaría deslumbrado con semejante revelación, y sólo parecía perplejo... Es una hada que viene a verme todas las noches, en cuanto me duermo continuó confidencialmente.

¿Ha graznado á vuestra oreja? pues mal agüero, hija; si supiera esto su excelencia, juntamente con que yo... Vos os tomáis licencia para todo; en cuanto á ese Cornejo, conózcole por haberme hablado de él mis compañeras. Señor Juan Montiño dijo Quevedo con voz campanuda : necesito hablar con vos á solas. Muchas gracias por la manera de echarnos, don Francisco dijo Dorotea.

San Pablo cortando la oreja al soldado romano por defender a Cristo, o Santiago batallando en Clavijo, eran a sus ojos mil veces más gloriosos que San Hilario proscribiendo la fuerza. Unos adoran al Señor, otros pelean por dilatar su reino en la tierra: Tirso era de éstos.

Por una oreja le entra el balanceo musical de una danza inventada por los negros de la América del Norte para regocijo de los blancos; por la opuesta penetra al mismo tiempo otra música negra: el tango de la América del Sur.