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Padrones de 1754, 1831, 1836 y 1875. Aumento de población y de riqueza. Montes y vegas. Aceite de coco. Caza mayor y menor. El tabon. Hierbas y flores olorosas. Frutos, hortalizas, granos, resinas y caldos. Minas. El tayabense psicológicamente considerado. Costumbres antiguas de los tagalos. La última cuartilla. Adiós á Tayabas. Últimos contornos del Banajao. La cuna de un hijo.

Todo está silencioso; los troncos se yerguen desnudos, negruzcos, con manchas de líquenes verdosos; las violetas crecen, moradas y olorosas, entre el césped. No es mucho lo que ando yo por estos paseos: inmediatamente regreso y me cuelo en el Ateneo o en la Biblioteca. Y después que he leído un largo rato, cojo unos papeles blancos y voy escribiendo en ellos cosas verdaderamente tremendas.

Habia mucha caza regalada, Perdices, pavas, aves muy sabrosas, Venados, avestruces, que salada Su carne es buena y sana, muy gustosa; Y dulces frutas, que hay una apropiada A guinda, yaracaes olorosas, Guembes, ivaviraes en gran suma, A rodo los pescados, como espuma.

Se quedó muy sorprendido delante de Leticia: parecía una sultana; y esta idea se la sugirió al gallardo visitante, no tan sólo el tipo de la visitada, que adquiría mayor acento oriental con la caprichosa y rica bata que vestía y el estilo de todos sus restantes ornamentos, sino también el lugar en que se hallaba: un salón con anchos divanes, grandes cojines, maderas olorosas, alfombras turcas, cueros marroquíes, espejos venecianos, bronces desnudos, tibores japoneses y ¡qué yo!

En torno había, como hay aún, fértiles huertas y frondosos y siempre verdes bosques de naranjos y limoneros; pero los cerros que limitaban aquel valle amenísimo, en vez de estar pelados, como ahora, estaban cubiertos de encinas, alcornoques, algarrobos, castaños y otros árboles, entre cuyos troncos y a cuya sombra crecían brezos, helechos, tomillo, mejorana, mastranzo y otras plantas y hierbas olorosas.

Cascadas del Niagára y Tequendama Donde el agua de un mundo se derrama Para apagar de América la sed! Amazonas, Ontario, bello Plata, Donde la vírgen pura se retrata En la márgen bañándose los pies! Pampas inmensas, selvas olorosas, Del Andes cordilleras orgullosas Que corona la ardiente cruz del Sud!

Valls había sacado su pipa, llenándola de tabaco inglés, y expelía olorosas bocanadas. Febrer, con la vista fija en el paisaje, abarcando en su retina deslumbrada el cielo, los montes, el campo y el mar, habló en voz baja, como si dialogase consigo mismo. La vida era hermosa. Lo afirmaba con la convicción del resucitado que vuelve inesperadamente al mundo.

Y ante el burgués innoble, entre este vulgo ignaro, Orsi y Azorín ¡no podía ser de otro modo! se han reconocido como dos almas superiores, y han ido en compañía de Sarrió que también a su manera es un alma superior a tomar unas olorosas copas de ajenjo. El concierto se ha celebrado en el casino. Había poca gente; era una noche plácida de estío.

La madre abandonaba las faenas de la casa para no contrariar a Gabriel, y los hermanos estaban pendientes de sus balbuceos. El mayor, Tomás, mocetón silencioso que había reemplazado a su padre en el cuidado del jardín e iba descalzo en pleno invierno por los arriates y las ásperas losas de los andenes, subía con frecuencia manojos de hierbas olorosas para que juguetease con ellas su hermanillo.

Para vestir los desnudos suelos del tránsito, discurrió Lituca sembrarlos, y los sembró ella misma, de penquitas olorosas de laurel que abundaba en las grietas de los peñascos de enfrente. Y aún la quedó tiempo para sahumar toda la casa con romero y mejorana, quemado por ella en las ascuas del brasero, llevándole Chisco y Pito Salces entre manos por salas, pasillos y escaleras.