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Actualizado: 7 de junio de 2025
Luego fue Rafaela a la rua do Ouvidor, donde están las mejores tiendas, y en la perfumería de moda, compró cepillos de dientes y pelo, polvos y loción vegetal para limpiárselos, y aguas olorosas, cosméticos, peines y otros utensilios de tocador. Este fue el primer regalo que hizo Rafaela a D. Joaquín, que tal era el nombre de pila del Sr. de Figueredo.
El sol del otoño enrojecía las amarillentas montañas del litoral, secas y olorosas, cubiertas de hierbas de bravos perfumes que se esparcían á largas distancias. En todos los repliegues de la costa pequeñas ensenadas, lechos de torrentes secos ó escotaduras entre dos cumbres surgían blancas agrupaciones de caserío. Ferragut contempló el pueblo de sus abuelos.
Comieron el capón asado, las truchas salmonadas, las olorosas judías con morcilla y lacón, la rica empanada de anguilas, todo aderezado y servido por las manos primorosas de D.ª Robustiana, á quien servía en esta ocasión de azafata la vivaracha Flora.
En los nocturnos mercados de la plaza de Daraga, se ven no pocos irreprochables patadeones festoneados de hilo de seda, llevados con toda la desenvoltura que consiente la escasez de la tela, por graciosas vendedoras de olorosas sampaguitas, delicadísima flor que crece en gran abundancia en aquellos campos.
Las faenas caseras no habían estropeado sus lindas y bien torneadas manos, y ni el sol ni el aire habían bronceado su tez trigueña. Su pelo negro, con reflejos azules, estaba bien cuidado y limpio. No ponía en él ni aceite de almendras dulces ni blandurilla de ninguna clase, sino agua sola con alguna infusión de hierbas olorosas para lavarlo mejor.
Palabra del Dia
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