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Actualizado: 13 de junio de 2025
Si todos los alcornoques que vegetan en el mundo produjeran siquiera para corchos!...
Los valientes alcornoques despedían de sí, sin otro artificio que el de su cortesía, sus anchas y livianas cortezas, con que se comenzaron a cubrir las casas, sobre rústicas estacas sustentadas, no más que para defensa de las inclemencias del cielo.
Entre las jaras, tarajes, lentiscos y durillos, en la espesura de la fragosa sierra, a la sombra de los altos pinos y copudos alcornoques, discurren valerosos jabalíes y ligeros corzos y venados: por toda la feraz campiña abundan la liebre, el conejo, la perdiz y hasta el sison corpulento, y toda clase de palomas, desde la torcaz hasta la zurita.
Esos árboles son numerosísimos allí, como en todas las alti-planicies de las Sierras españolas, y son objeto de un comercio relativamente considerable. La naturaleza, previendo que el hombre inventaría la botella como un segundo vientre para guardar el vino, ha poblado la tierra de alcornoques en las planicies superiores á las faldas donde crece la generosa vid.
La vegetación es de una tristeza poética, pues todo el suelo está cubierto de plantaciones de trigo y otros cereales, ó legumbres, sobre cuya alfombra se destacan de trecho en trecho, gigantescas, sombrías y majestuosas, esas encinas de verdura perpetua llamadas en España alcornoques, cuyas ramas producen el corcho.
13 y sobre todos los cedros del Líbano altos y sublimes; y sobre todos los alcornoques de Basán; 14 y sobre todos los montes altos, y sobre todos los collados levantados; 15 y sobre toda torre alta, y sobre todo muro fuerte; 17 Y la altivez del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y solo el SE
Aullad, alcornoques de Basán, porque el fuerte monte es derribado. 4 Así dijo el SE
En su cerebro, insensible a todo lo que no fuesen sensaciones animales, apenas si las exigencias de la vida habían hecho florecer un ligero musgo de pensamiento. Miraban como fetiches milagrosos las grandes verrugas de los alcornoques, con las que podían fabricarse los tornillos, cazuelas naturales para confeccionar el gazpacho.
Sucedió, pues, que en más de seis días no le sucedió cosa digna de ponerse en escritura, al cabo de los cuales, yendo fuera de camino, le tomó la noche entre unas espesas encinas o alcornoques; que en esto no guarda la puntualidad Cide Hamete que en otras cosas suele.
Pues esto, ni más ni menos, es lo que está pasando aquí. Y ahora contéstenme los alcornoques que me oyen: ¿quién manda, quién dispone las cosas, quién hace y deshace, el Rey o el reino?
Palabra del Dia
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