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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Retuércele el cuello para que deje de sufrir, y da libertad a su alma de ángel.... ¡Ojalá nos retorciesen el cuello a todos cuando nacemos! ¡Ojalá yo se lo hubiese retorcido a mis hijos... ¿Han estado aquí esos sepultureros, Andreíña? ANDREÍ

Me interesó la noticia y resolví dirigir al día siguiente mis pasos hacia la casa del guarda, con la esperanza de ver al Rey. ¡Ojalá se quedase cazando toda la vida! me decía mi huéspeda. Cuentan que la caza, el vino y otra cosa que me callo, es lo único que le gusta o le importa. Pues que coronen al Duque; eso es lo que yo quisiera, y no me importa que me oigan.

»¡Quiera Dios que se cumpla su deseo! ¡Ojalá encuentre usted esa alma que la suya está buscando y al disfrutar todas las dichas del amor no llegue a conocer sus tempestades! Porque, ¿qué sería de usted, Antoñita, si se viese arrollada por la ola del infortunio, cuando yo, que soy hombre, he sucumbido a su empuje irresistible? »¡Ah! Usted, Antoñita, no conoce aún el amor.

Muchos calculaban con ojos de codicia las cantidades que se amontonaban ante sus manos. Ya está en los trescientos mil... Tal vez tiene más... ¡Ojalá llegue á ganar millones!... ¡Qué gusto ver saltar al Casino!

Así, así me gusta... No te vergüenza de comer bien, y puesto que lo hay, aplícate todo lo que puedas, que día vendrá... ojalá que no. Ya ves qué contraste; yo voy para abajo, para arriba. ¡Cuando digo que tienes lo mejor de la vida por delante...! Y buena tonta serás si no engordas todo lo que puedas, y te pones las carnes aún más duras y apretadas si es posible.

En pocos años habían transformado su país; su industria era poderosa... pero resultaban de un trato irresistible. Cada uno en su casa, y ¡ojalá que nunca se les ocurriese envidiar la del vecino!... Pero esta última sospecha la repelía inmediatamente con su optimismo de hombre de negocios. «Van á ser muy ricos pensaba . Sus asuntos marchan, y el que es rico no siente deseos de reñir.

Manifestó Tòni el mismo deseo. ¡Ojalá no viesen más á esta rubia, que traía la desgracia!... En los días siguientes, el capitán apenas abandonó su buque. No quería encontrarse con ella en las calles de la ciudad: dudaba de la dureza de su carácter; temía ceder á sus ruegos al verla otra vez llorando y suplicando. Se desvaneció la inquietud de Ulises al quedar terminada la carga del buque.

Esto es el diluvio universal, el fin del mundo repuso el viejo. ¡Ojalá! exclamó un joven pálido, ojeroso, que acusaba en su semblante el desgaste precoz de sus fuerzas.

En fin, no podemos soportar la idea de que Vd. algún día nos juzgue sabedores, tal vez cómplices, de la perfidia de su ingenio. No la quiere a Vd., no puede quererla, señorita. Usted une, a sus muchas cualidades, la riqueza: esta es la madre del cordero. Es mentira dijo Paz ofendida me quiere por , por sola. Lo que Vd. dice no es verdad. ¡Ojalá no lo fuese!

No iba ni uno que tuviera los cuatro apellidos vascongados. Y hablaba con orgullo de estos cuatro apellidos, que exhibían como una prueba de nobleza todos los del partido bizkaitarra. Pues, yo los tengo gritaba su interlocutor con acometividad, y digo que deseo que esta tarde les rompan el alma á los de la romería, y ¡ojalá arrastren á todos los jesuítas!

Palabra del Dia

hociquea

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