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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Deseo vivir y espirar en medio de este vasto panorama: ¡ay! ¡ojalá que al cerrar mis párpados el dedo de la muerte haya quien me sepulte al margen de esos rios bajo la copa de esos álamos frondosos!» Estuvimos por unos instantes en silencio.
Calla, tonta.... Un hombre tan juicioso.... ¿No comprendes tú...? Yo no comprendo nada, yo siento y nada más. El corazón suele tener unas adivinaciones tan raras.... A veces, el muy pícaro, se empeña en una cosa, y Dios se encarga después de darle gusto.... Ojalá me equivoque.
Era viernes, día de recibo en casa de Charito González, su amiga más adicta, quien le había escrito pidiéndole con el mayor ahínco que no faltara a la reunión. Mamá, dijo con brusquedad, yo quiero irme hoy. Ya te dije que no. "Ah, le gusta verme morir aquí de tristeza", pensó. "Ojalá nos ocurra una desgracia".
Indudablemente el eco de alguna gran batalla, el hedor de un río de sangre humana, una inmensa degollación en honor de su imperio. ¡Ah! ¡Ojalá se haya dado ya esa última batalla y se haya convertido en un montón de cenizas el siniestro emperador!
Usted se duele en la cólera de su amor del sacrificio de mi vida: y ¿por qué nací de usted con una vida que ama el sacrificio? Palabras, no puedo. El deber de un hombre está allí donde es más útil. Pero conmigo va siempre, en mi creciente y necesaria agonía, el recuerdo de mi madre. Abrace a mis hermanas y a sus compañeros. Ojalá pueda algún día verlos a todos a mi alrededor, contentos de mí.
¡Ah! ¡de qué infortunio eras presa! dijo Ester con los ojos anegados en llanto. ¿Quieres morir de pura debilidad de espíritu? No hay otra causa. El juicio de Dios ha caído sobre mí, dijo el eclesiástico cuya conciencia estaba como herida de un rayo. Es demasiado poderoso para luchar contra él. ¡El cielo tendrá piedad de tí! exclamó Ester. ¡Ojalá tuvieras la fuerza de aprovecharte de ella!
Y bruscamente una noche, después de ser Isolda, por última vez ante el público de Florencia, dio la orden de partida a Beppa, la fiel y silenciosa compañera de su vida errante. A la tierra natal y ¡ojalá encontrara allí algo que la retuviera, no dejándola volver a un mundo tan agitado!
Usted también está enferma murmuró Julio. Y mientras la iba observando, el sufrimiento de Laura se comunicaba a su semblante. Hoy Adriana no está, dijo ella. Hace días que tampoco viene... Ojalá llegara... ¿Por qué, Laura? ¡Se querrán ya tanto, usted y ella! Era la primera vez que Laura, hablando con Julio, aludía a esta pasión.
Al llegar Ruiloz al lado de Julia, ésta dejó caer el periódico sobre el velador, disculpándose de haber seguido leyendo. Creí que se había V. marchado. ¿Sin despedirme? V. ya es de casa. ¡Ojalá! ¿Por qué? Ruiloz, sin contestar a esta pregunta, siguió: Me he quedado para hablar con V. ¿Conmigo?
Desde un balcón los insultó una mujer. ¡Canallas! ¡Gentuza ordinaria! ¡Ojalá os ahorquen, que es lo que merecéis!... Y en los guijarros del pavimento, resonó el choque de una vasija de barro rompiéndose, sin que los fragmentos alcanzasen a nadie.
Palabra del Dia
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