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Actualizado: 15 de junio de 2025


«Dicen seguía escribiendo el defensor que me saludó por última vez con una de sus manos antes de que la inmovilizasen las ligaduras... Yo no vi nada. ¡No podía ver!... ¡Era demasiado para !...» El resto de la ejecución lo conocía de oídas. Continuaron sonando trompetas y tambores. Freya, atada é intensamente pálida, sonrió como si estuviese ebria.

¿Quién viene con vos, tío? El confesor de su majestad el rey. ¡Ah! ¡El buen padre Aliaga! ¿Me conocéis? dijo fray Luis entrando en el mismo aposento en que en otra ocasión entró Quevedo con el tío Manolillo. Os conozco de oídas; delante de han hablado mucho de vos el duque de Lerma y don Rodrigo Calderón.

«¡Qué tropa, Dios! exclamó la zancuda con indignación de celador de ornato público, que no causó efecto . Cuidado donde se van a poner... ¡Fuera, fuera!... y , pitoja, recoge a tu hermanillo, que le vamos a espachurrar». Estas amonestaciones de una autoridad tan celosa fueron oídas con el más insolente desdén.

Pero los Febrer eran los suyos; el nombre y los bienes ya perdidos a ellos los debía. ¡Y él, último vástago de una familia orgullosa de su historia, iba a casarse con Catalina Valls, descendiente del ajusticiado!... Las consejas oídas en la niñez, los simples relatos con que le entretenía madó Antonia, surgían ahora en su recuerdo como ideas olvidadas, pero que habían abierto hondo surco.

Lucía se acercó también, con la sonrisa que le jugaba en los labios y en los ojos. Conocía a Julio de vista y por oídas. Tomó en seguida una actitud confiada y, enlazando la cintura de Charito, se apoyó en ella con dejadez familiar, lánguida. Parecía advertirle que reconocía en él a una persona de su misma clase sentimental; hizo que recayera la conversación sobre un tema galante.

El Juan Ortiz arriba con presteza Su oficio de justicia gobernaba, Con gran solicitud, y sin pereza, Quimeras nunca oidas inventaba. Aquel haberse visto en gran riqueza, Y verse de ella ageno, le cegaba Su razon de manera, que tropieza Por esto, é hiere siempre de cabeza. No quiere sujetarse á otro consejo; El suyo, dice, que es el mas seguro. Un dia le hallé con sobrecejo, Pregúntole, qué hace?

El mayor obstáculo era que yo no había estado en la guerra y no podía hablar de las batallas y los sitios, que sólo conocía de oídas o por los datos vagos de los periódicos. Mira, don Oscar tiene una porción de historias y documentos de la guerra. Mañana te traigo dos o tres libros, los lees, y luego vuelvo a colocarlos en su sitio.

Seis años de vida en Nueva York habían desfigurado á esta joven mejicana, dándole otras costumbres y hasta un aspecto físico completamente diferente. Los personajes de la ciudad la protegían, seducidos por sus finas maneras y por la sencillez con que hablaba de unos estudios que sólo conocían ellos de oídas.

¿Quién sabe si estas teorías de mi padre, oídas por , porque no puedo menos de oírlas, son las que me han calentado la cabeza y me han hecho imaginar lo que no hay? De todos modos, me digo a veces, ¿sería tan absurdo, tan imposible que lo hubiera?

No así al gaitero, que era de suyo más torpe; pero, en cambio, sabía tocar el «Ay, ay, ay, mutillac», el cual aire se aceptó para rigodón, baile que ni de oídas conocía el violinista.

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