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Actualizado: 23 de junio de 2025


No sentía la atracción de estas ocasiones extraordinarias. ¿Para qué hacer más compras?... ¿De qué servía tanto objeto inútil? Al pensar en la existencia dura que llevaban millones de hombres á campo raso, le asaltaban deseos de una vida ascética. Había empezado á odiar los esplendores ostentosos de su casa de la avenida Víctor Hugo. Recordaba sin pena la destrucción del castillo.

Divide la paciencia en nueve grados o mandamientos. «El primer grado de la paciencia es no empezar la injusticia; el segundo, después que el otro la empezó, no vindicarse de igual manera; el tercero, no hacer al que veja lo que padeces; el cuarto, atribuirse a misma los males que sufre; el quinto, atribuirse más que lo que quiere el que lo hizo; el sexto, no odiar al que hace estas cosas; el séptimo, amarle; el octavo, hacerle bien; el noveno rogar a Dios por él».

No insistáis, amigos, que yo de buena gana os siguiera, si fuese libre mi elección. Y ahora, separémonos. allí la torre cuadrada de Munster y aquí el sendero que según me explicó el abad lleva directamente al pueblo. Dios te guarde, muchacho, exclamó el arquero dándole un estrecho abrazo. Soy pronto en odiar y en querer, y te aseguro que me duele separarme de .

¿Odiarme á ? ¿odiarme todavía despues del mal que me han hecho? preguntó el joven sorprendido. Simoun soltó una carcajada. Es natural en el hombre odiar á aquellos á quienes ha agraviado, decía Tácito confirmando el quos læserunt et oderunt de Séneca. Cuando usted quiera medir los agravios ó los bienes que un pueblo hace á otro, no tiene más que ver si le odia ó le ama.

Se me ocurre que ella ha sospechado. "Y yo conservo por Adriana, cosa curiosa, una simpatía íntima, mientras comprendo que toda la desdicha me viene de ella. Ya ni yo misma me entiendo. Hubiera preferido mil otras rivales. Es muy extraño que no la pueda odiar ni tampoco dejar de quererla mucho. Si ella supiera el amor mío por Julio, estoy segura que tampoco me perdería el cariño.

Empezó á odiar á estos monstruos, por la sola razón de que interesaban á Freya. Su estúpida crueldad le pareció un reflejo del carácter de aquella mujer incomprensible que le repelía huyendo de él y al mismo tiempo dejaba en su sonrisa y en sus palabras algo semejante á un hilo suelto para mantenerle prisionero.

A fuerza de odiar la tiranía y la violencia, nuestro pabellón y nuestras armas excomulgan el blasón y los trofeos guerreros. Dos manos en señal de unión sostienen el gorro frigio del liberto; las ciudades unidas, dice este símbolo, sostendrán la libertad adquirida; el sol principia a iluminar el teatro de este juramento, y la noche va desapareciendo poco a poco.

Si alguna tarde no llegaba, la dulce Penépole sufría una decepción. ¿Qué le pasará á don Pedro? preguntaba á sus sobrinas con inquietud. Esta pregunta la hacía algunas veces extensiva al hijo; pero Esteban, sin odiar al visitante, le apreciaba en muy poco.

Le amó porque creyó ser amada por él, ¡por él, que solamente sabe odiar! ¿Cómo fue, entonces, que no llegaron a separarse? Por la parte de él : él quiso separarse. Se lo dijo, le echó en cara, como un reproche, su fidelidad, y varias veces la abandonó.

Se extraña de haber podido odiar á Martínez y deseado á esta mujer con tanta vehemencia. Sólo conoce ahora la melancolía de una tristeza enorme con el recuerdo de estos seres que ya no son, que empiezan á morir segunda vez al quedar olvidados por los que les conocieron. Unicamente pueden inmortalizarse en la memoria del príncipe, pobre memoria destinada á perecer á su vez dentro de unos años.

Palabra del Dia

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