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Actualizado: 2 de julio de 2025


Cierto... Ese prólogo debe darle a usted extraordinaria importancia. Por lo demás, no he publicado otras cosas... Conque una oda y otra oda dije yo recapitulando y una silva, anacreónticas, una traducción original, un folletito que no llegó a publicarse, y un prólogo que se publicará... Eso es. Precisamente.

Samuel Johnson dice que Pope escribió su oda a La Soledad a los doce años, y sus Pastorales a los dieciséis: de los veinticinco a los treinta, tradujo la Ilíada. El infeliz Chatterton logró engañar con una maravillosa falsificación literaria a los eruditos más famosos de su tiempo: rebosan genio la oda de Chatterton a la Libertad y su Canto del Bardo.

En los periódicos de entonces puse algunas anacreónticas; pero no con mi nombre. Anacreónticas; siga usted; vamos a lo gordo. Cuando los franceses, escribí un folletito que no llegó a publicarse... ¡como ellos mandaban! Folletito que no llegó a publicarse. He hecho una oda al Huracán, y una silva a Filis. Huracán, Filis.

El conferencista considera como un deber escribir un libro que demuestre su agradecimiento, un libro concebido a través de gratos recuerdos, y que resulta ampuloso y glorificador como una oda de encargo oficial.

El redactor principal del N ... le contestó el secretario, director de una sociedad filantrópica, caballero de Carlos III, por una oda dedicada al rey; socio honorario de todos los clubs revolucionarios de París, por una elegía á Marat.... ¡Redactor del N!... exclamó admirado el interpelante. ¿Entonces hay en Madrid dos periódicos de ese nombre! No, señor don Silvestre.

Óigalo ó no lo oiga, resulta que de la conversación de aquellas mujeres; del tumulto de cosas humanas que percibe en las novedades que ellas cuentan; de las ideas de pasión, de combate, de felicidad, de leyes naturales y de leyes escritas que estas novedades siembran en su alma; de lo que le mandan y vedan las obras místicas que lee; de lo que dicen con su mudo lenguaje las flores; los pájaros, los céfiros, el sol, la luna y hasta las tímidas estrellas, va formándose en el corazón de Amparo un mundo armónico y fulgente, lleno del sentimiento universal, lanzado en órbitas mucho más amplias, libres y luminosas, que el mundo de las cuatro paredes de su encierro, y henchido de un concento misterioso, que canta incesantemente esta oda de una sola frase: «¡Fidel mío

Leyó éste con su reconocida maestría, admirada en toda España, lo mejor de su repertorio, La oda a Gravina, La barca a pique, La cita, El cóndor y sobre todo las leyendas, las incomparables leyendas. El público electrizado no se hartaba de aplaudir y pedir más. Mas he aquí que a Tristán le acomete repentinamente un grande, un inmenso tedio. Toda aquella poesía ¿qué era en el fondo?

Cogí, sin embargo, una pluma y un gran pliego de papel presumiendo que se llenaría con los títulos de las luminosas obras que habría publicado durante su vida el célebre literato don Timoteo. Yo hice empezó una oda a la Continencia... ya la conocerá usted... allí hay algunos versecillos. Continencia dije yo repitiendo. Adelante.

Vendrás, y veremos si puedes traducir una cosita que tengo guardada por ahí: una oda sálica al Pedregoso, nuestro rojo Tíber. ¡Te gustará, estoy cierto de que te ha de gustar! Dieron las doce en la torre de la Parroquia, y en las demás iglesias de Villaverde. ¡Las campanas de la ciudad natal!

Lope obtuvo dos veces el señalado á la mejor oda; pero su pródiga musa, no contenta con esto, además de multitud de sonetos y romances, alusivos al objeto de la fiesta, escribió dos comedias, que referían la vida del Santo, y que fueron representadas en su honor, mientras duraron estas solemnidades. También publicó una descripción de las fiestas, y una compilación de las poesías premiadas.

Palabra del Dia

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