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Actualizado: 2 de octubre de 2025
Por último, D. Gaspar de Silva avanzó por el escenario con un papel en la mano. «¡Silencio! ¡Chis, chis!... ¡Que se callen! ¡Silencio! ¡Fuera! ¡Chis, chis!» En medio de un silencio religioso, el famoso vate de Peñascosa comenzó a leer con voz dramática una Oda a la Religión. Los temas sagrados no eran su especialidad.
De este modo, sin que yo pretenda igualar las producciones al compararlas, fray Luis de León imita á Horacio en La vida del campo, y compone una oda que Horacio ni siquiera entendería, si sabiendo bien el español resucitase.
La estrofa, que originaria y propiamente se llama lira, constaba de cinco versos, y traía su nombre de una célebre oda de Garcilaso, que comenzaba así: «Si de mi baja Lira Tanto pudiese el son, que en un momento Aplacase la ira Del animoso viento Y la furia del mar y el movimiento.»
Por eso no se comprendía bien la significación del principio de aquella oda de Píndaro: Alto don es el agua. Antes al contrario, el agua era mirada con horror y con miedo, como causa de los mayores males, sobre todo para las personas de cierta edad. De aquí el refrán hidrofóbico tan acreditado: De cuarenta para arriba, ni te cases, ni te embarques, ni te mojes la barriga.
Al oír esto no estuvo en mí tener más la risa, despedíme cuanto antes pude del sabio don Timoteo, y fuíme a soltar la carcajada al medio del arroyo a todo mi placer. ¡Por vida de Apolo! salí diciendo. ¿Y es este don Timoteo? ¿Y cree que la sabiduría está reducida a hacer anacreónticas? ¿Y porque ha hecho una oda le llaman sabio? ¡Oh reputaciones fáciles! ¡Oh pueblo bondadoso!
¡Quita allá, majadero! exclamó Elena furiosa arrancándole el niño . ¡Vaya un modo gracioso que tienes de saludar a tu hijo! ¡No hacía falta ya sino que le leyeses la Oda de los gusanos de esta tarde! Los demás mostraron también en su rostro el mal efecto que les causaba aquel exabrupto.
En toda ceremonia oficial, los periódicos se cuidaban, ante todo, de anunciar: «Hablará el ilustre Simoulin.» Unas veces era un discurso patriótico; otras, una oda de circunstancias. Los organizadores de banquetes contaban con un medio seguro para evitar el fracaso: «A los postres, pronunciará un brindis nuestro poeta.» Y en pocas horas no quedaba un asiento disponible.
Habia cumplido veinte y dos años, sin dar muestras de abrigar genio poético. No lo conoció él mismo hasta que leyó la oda de Malherbe sobre el asesinato de Enrique IV. Y este mismo Lafontaine que tan alto rayó en la poesía, ¿qué hubiera sido como hombre de negocios? Sus inocentadas que tanto daban que reir á sus amigos, no son muy buen indicio de felices disposiciones para este género.
No hallará usted en Cervantes usada la voz memoria en este sentido; el estilo es duro, y la frase es poco robusta... ¿Qué quiere decir presión y...? Sí; pero acerca del vapor... porque el asunto es saber si... Yo le diré a usted; en una oda que yo hice allá cuando muchacho, cuando uno andaba en esas cosas de literatura... dije... cosas buenas... Pero ¿qué tiene que ver? ¡Oh! ciertamente ¡oh!
Tenía cincuenta años, la cabeza llena de nieve, y su corazón todavía se abrasaba en fuego de amor a María Santísima. Desde el seminario, y ya había llovido después, su vida había sido una oda consagrada a las alabanzas de la Madre de Dios. Sabía mucha teología, pero su ciencia predilecta consistía en la doctrina de los Misterios que se refieren a la Mujer sine labe concepta.
Palabra del Dia
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