Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 7 de julio de 2025


Había encontrado en una sepultura el número del regimiento. Saltaron con prontitud fuera del vehículo Chichí y su marido. Luego descendió doña Luisa con una rigidez dolorosa, contrayendo el rostro para ocultar sus lágrimas. Finalmente, los tres se decidieron á ayudar al padre, que había repelido su envoltorio de pieles. ¡Pobre señor Desnoyers!

Comprendía que toda la ciudad hablase de ellos; él no podía ocultar sus sentimientos. ¡Si supiera lo que le costaba aquella adoración muda! Quería arrancar de su pensamiento la devoción por ella, y no podía. Necesitaba verla, oírla; sólo vivía para ella. ¿Leer? imposible. ¿Hablar con sus amigos? Todos le repugnaban. Su casa era una cueva en la que entraba con gran esfuerzo para comer y dormir.

Por más que hacía no lograba borrar de su espíritu la manera extraña de comenzar aquella amistad, ni se le podía ocultar el fondo de falsedad que en ella existía. Conociéndolo Raimundo procuraba con afán desvanecer sus aprensiones, unas veces directa, otras indirectamente. Era Aurelia una muchacha más bien fea que linda, como ya hemos dicho, de buen sentido y de honrado corazón.

Pero a pesar de estos propósitos, llegaba a su oído un lúgubre chapoteo de agua y las voces de ciertos hombres, que debían ser médicos y enfermeros, animando al picador. Este se quejaba con una rudeza de jinete montaraz, queriendo ocultar al mismo tiempo, por orgullo viril, el dolor de sus huesos quebrantados.

Bajó la cabeza, como para ocultar el llanto, y el movimiento acompasado de sus labios hizo creer á Cristián que estaba rezando. Jacobo, no puedo explicarte cómo ha sucedido todo esto, pero te afirmo que es cierto. Se ha cometido un error que no califico, porque me faltan palabras para ello, pero se ha cometido. Tu inocencia, en la que nadie ha querido creer, es cierta.

¿Debo morir? preguntó ¿ha llegado ya la hora?... Pues bien; que me fusilen. Aquí estoy. Algunos hombres volvieron la cabeza para ocultar sus ojos... Tuvo que saltar de la cama en presencia de dos vigilantes. Esta precaución era para que no atentase contra su vida.

En el curso de la conversación había cruzado por delante de ellos un chico imberbe a quien Núñez saludó inclinándose muy reverente y quitándose el sombrero. A Tristán le sorprendió un poco aquel saludo aunque no dijo nada. Pero ahora, como cruzara otro jovenzuelo de diez y ocho a veinte años y Núñez volviese a inclinarse y saludar con la misma reverencia, no pudo ocultar su sorpresa.

Pero, en fin, hablando, hablando, Ángel sorteó con habilidad los estorbos de la introducción, y llegó lo antes que pudo al tema de sus angustias. Tardó bastante, pero lo expuso bien, sin ocultar un ápice de cuanto sabía. De todo habló, unas veces conmovido y otras veces animoso, pero siempre con buen arte; y Leticia, mientras le estaba oyendo, parecía devorarle con los ojos.

Se repuso un poco, gracias a un prodigioso esfuerzo, que no pudo ocultar, y me respondió solamente: Estoy muy cansada. Entonces me asaltó un horrible remordimiento. Soy un miserable exclamé, sin corazón y sin sentimientos honrados. No supe salvarme; viene usted a y la pierdo.

Se hablaron en voz baja, con frialdad, como dos buenos amigos, pero cortando las palabras como si las mordieran. Tono venía a arreglar rápidamente el asunto: todo se reducía a decirse dos palabritas en sitio retirado. Y como hombre generoso, incapaz de ocultar la extensión de la entrevista, preguntó al muchacho: ¿Pòrtes ferramenta?

Palabra del Dia

malignas

Otros Mirando