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Actualizado: 5 de julio de 2025
Apenas salieron por la puerta de San Vicente emprendieron el galope. La noche era obscura; el cielo estaba aborrascado; grandes nubes negras, informes, monstruosas corrían por él dejando por intervalos descubierto algún rincón de azul obscuro. La tierra se extendía negra, amenazadora como el cielo.
Le gustaban estas mujeres: iban vestidas de negro, con amplias sayas y gorros blancos y rígidos que traían á su memoria las tocas de las monjas... Algunas muchachas, altas, carnudas, de ojos azules y cándidos, reían con el español sin entenderle una palabra. Las viejas, de cara fruncida y obscura como las manzanas invernizas, chocaban su vaso con el de Caragòl en los cafetuchos vecinos al puerto.
Era la noche muy obscura, y así muchos de los Turcos pensando ir hacia el mar, daban en manos de los Griegos, que los mataban sin piedad.
Parece que en mi cerebro entra de improviso una gran luz que ilumina y da forma a mil ignorados prodigios, como la antorcha del viajero que, esclareciendo la obscura cueva, da a conocer las maravillas de la geología tan de repente, que parece que las crea.
En este tiempo dio el reloj la una después de mediodía, y llegamos a una casa ante la cual mi amo se paró, y yo con él; y derribando el cabo de la capa sobre el lado izquierdo, sacó una llave de la manga y abrió su puerta y entramos en casa; la cual tenía la entrada obscura y lóbrega de tal manera que parece que ponía temor a los que en ella entraban, aunque dentro della estaba un patio pequeño y razonables cámaras.
Pasó Bou a otra sala; de allí a un hermoso gabinete, del gabinete a una recatada y obscura alcoba, y allí creyó distinguir a la que buscaba. La escasa claridad no permitía a Juan Bou ver los objetos. Avanzó, empezó a ver bien, y en efecto, allí estaba Isidora, sentada junto a una cama en la cual apoyaba su brazo derecho.
Yo mismo no lo sé; vuecencia tenía la silla de manos dispuesta en una encrucijada; la noche en que vine era tan obscura, que aunque hubiera querido... Muy bien; ahora mismo buscarás un coche de camino. Muy bien, señor. Que el mayoral y los mozos sean extraños, que no me conozcan. Muy bien, señor. Necesito ese coche dentro de una hora. ¿Y el equipaje del señor? No necesito equipaje.
¡El mar sin límites, que recibió mis primeras miradas! ¡las verdes montañas de mi hermosa Galicia, de entre las cuales pluguiera á Dios no hubiera salido nunca! Como os decía, la impaciencia me devoraba. Sólo veía delante de mí, porque la noche era muy obscura, una línea algo más clara, una línea movible. Era el mar que venía á romper sus olas en las rocas.
Hay una razón para ello. Sus habitantes son todos noctámbulos. No sé por qué me hizo enormemente gracia, me hizo como cosquillas en el alma, la idea de que Tucker fuera, ¡al mismo tiempo! procurador y noctámbulo. Por no afligirla no hice notar esta coincidencia a Nanela... Quien en cambio dijo: Muy obscura está la noche.
Otra vez pensaba en el noviazgo de Margalida con una molestia semejante a la de los celos. ¿Y esta muchacha iba a ser para uno de aquellos bárbaros de tez obscura, que la sometería como una bestia a la servidumbre de la tierra?... ¡Margalida! murmuró como si fuese a revelarle algo importante . ¡Margalida!... Pero no dijo más.
Palabra del Dia
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