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Actualizado: 5 de noviembre de 2025
Al fin la obscura masa penetra bajo una siniestra bóveda. El arroyo que yo he visto salir á la luz, tan limpio y alegre en el manantial, no es ahora más que una alcantarilla, en la que toda una ciudad arroja sus desechos. En un intervalo de algunos kilómetros el contraste es grande.
Fué una casualidad dijo Margarita de Austria ; al venir nuestro joven á Madrid con esa triste carta de su tío, que acaba de leernos el padre Aliaga, vino naturalmente al alcázar á buscar á su otro tío; por un descuido de los maestresalas, perdido en el alcázar, se encontró en la galería obscura á donde corresponde la puerta del cuarto de doña Clara, y oyó voces de dos personas.
Yo te esperaré. Catalina y su madre vivían en una magnífica casa de Alzate. Llamó Martín en ella, y a la criada, que ya le conocía, la dijo: ¿Está Catalina? Sí... Pasa. Entró en la cocina. Era ésta grande y espaciosa y algo obscura. Alrededor de la ancha campana de la chimenea colgaba una tela blanca planchada, sujeta por clavos.
Yo le he puesto á usted en libertad, pero no he sido más que un intermediario. Lázaro comenzó á ver obscura la situación. Paráronse, y se miraron. La sonrisa que en aquel momento se dibujó en los labios de Claudio, le pareció al otro cosa de muy mal agüero, y empezó á bajar á su favorecedor del alto pedestal en que le había puesto.
No; no me es urgente ver á doña Clara; la veré mañana. ¿Conque decís que vive... En la crujía obscura que está más allá de la galería de los Infantes, en el número 10. Además, la puerta está pintada de verde. Muy bien, gracias; retiráos.
Con que me digáis dónde vive doña Clara, me dejo con vos el alma y allá me emboco. Más allá de la galería de los Infantes, en aquella galería obscura. ¿En la de anoche?... Sí, frente á aquellas escaleras. ¡Ah! ¡frente á las escaleras aquellas! no he de perderme con tales señas. Quedad con dios, señora mía, y tratadme bien el alma, que con vos se queda. ¡Ay, que os lleváis la mía! Adiós.
En el crepúsculo de la tarde, y aun después, cuando la noche no era obscura, Silas miraba la breve perspectiva que rodeaba las canteras. Velaba y escuchaba atentamente, no con esperanza, pero sí con un deseo inquieto e irresistible.
Gallardo atravesó una gran sala pintada de cal, sin mueble alguno, donde estaban sus compañeros de profesión rodeados de grupos entusiastas. Luego se abrió paso entre el gentío que obstruía una puerta, y entró en una pieza estrecha y obscura, en cuyo fondo brillaban luces. Era la capilla. Un viejo cuadro representando la llamada Virgen de la Paloma ocupaba el frente del altar.
Llegó la noche hermosa y clara, aunque yo la hubiera preferido tan obscura y tormentosa como la que protegió mi primera expedición, pero la fortuna no quiso mostrárseme favorable. No obstante, contaba deslizarme lo más cerca posible al muro, para no ser visto desde las ventanas del castillo nuevo que daban a la parte del foso por donde me proponía escalar el puente.
¡Ah, lucero de mi obscura noche! exclamó Quevedo ; creo que mi pensamiento me ha traído por tan buen camino, como que en él había de encontraros. No podíais pasar por otra parte. ¿Me esperábais? Con ansias del corazón. No digáis eso, si no queréis verme loco. Aunque mucho os amo, que bien lo sabéis, no por vuestro amor son mis ansias, que de él estoy segura, sino por ella.
Palabra del Dia
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