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Actualizado: 14 de junio de 2025


¡Absurdo! dijo don Fermín ; esta tarde al campo... al Vivero.... ¡A comer, a comer! gritó la Marquesa desde la puerta del salón donde acababa de recibir la noticia. ¡Santa palabra! exclamó el Marqués. Cada cual dijo algo en honor del nuncio, y todos hablando, gesticulando, contentos, «sin ceremonias», que eran excusadas en casa de doña Rufina, pasaron al comedor.

Los ensayos que se han hecho en ese sentido, no han dado nunca resultado... Flor la más bella De entre mis flores, Lucero hermoso De un cielo azul, Precioso emblema De mis amores, Nuncio querido De horas mejores... Esa eres Ave que gime Lejos del nido, Lejos del bosque Donde nació, Pájaro errante Que sorprendido Por las tinieblas Vaga perdido... Ese soy yo...

Si habéis hecho promesa jurada a algún infiel respondió el Canónigo en contra de la Santa Iglesia de Cristo, no son menester Nuncio, Papa, ni Concilio; sino un confesor cualquiera que os saque del alma tamaño pecado mortal.

Lorente, en su Historia, habla de un acontecimiento que tiene alguna semejanza con el proceso del falso nuncio de Portugal. «Un pobre gallego dice que había venido en clase de soldado y ejercido después los poco lucrativos oficios de mercachifle y corredor de muebles, cargado de familia, necesidades y años, se acordó que era hijo natural de un hermano del cardenal patriarca, presidente del Consejo de Castilla, y para explotar la necedad de los ricos, fingió recibir cartas del rey y de otros encumbrados personajes, las que hacía contestar por un religioso de la Merced.

Amos, cuéntaselo al Nuncio, que aquí no nos tragamos esas papas... Yo no te digo que no sea posible... y si supiera yo hacer la prueba, la haría, con mil pares... Vuélveme a decir la receta de lo que ha de comprar una sin hablar...».

Más tenía de comilón que de bien hablado, y más de tonto que de gracioso, y tengo por sin duda que los encantadores que persiguen a don Quijote el bueno han querido perseguirme a con don Quijote el malo. Pero no qué me diga; que osaré yo jurar que le dejo metido en la casa del Nuncio, en Toledo, para que le curen, y agora remanece aquí otro don Quijote, aunque bien diferente del mío.

Burlado en la idea de hallar el nuncio de mi ventura, caí en otros pensamientos tan extraños, que ni yo mismo acertaba a explicármelos, y aun con mucho esfuerzo podré descifrártelos en parte, pues cosas hay que no es posible manifestarlas como sentirlas.

Aconteció que un paje de la Nunciatura, feligrés antiguo de doña Rosalía, y muy admirador de su buen color, se atrevió á aspirar á no sabemos que honestas confianzas; picóse la dama, picóse más el paje, y al día siguiente, al traer el bonete del Nuncio para que le echaran un zurcido, en vez de dárselo á doña Rosalía se lo entregó á las dos hermanas.

¿Cree vuesa merced le preguntó que existe algún medio honroso de anular un juramento prestado a un infiel y con el cual me temo que estoy dañando la causa de nuestra Santa Iglesia? ¿No podría escribírsele, sobre el particular, al Nuncio de Su Santidad en la Corte?

En amistades íntimas del tiempo de las mocedades de los dos, ¡como si Guzmán no hubiera sido antes amigo de otras mujeres!, y en cierta semejanza de fisonomía, que yo no veo, entre Luz y él, y que, aunque exista, nada resuelve... Luz se parece a Guzmán por una casualidad, como pudo parecerse al Nuncio. ¿Y también en este caso íbamos a suponer...? ¡Pues decente estaría!

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