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Actualizado: 18 de noviembre de 2025
¿Y se conforma con eso el padre Ortega? A mí no me dice nada.... No sé si a mamá.... No le dirá, no: ya sabe muy bien dónde pone el pie. ¿Has visto a las de Mariani? Sí; hace pocos días, en el Retiro. ¿No sabes que María se ha echado un novio? No me ha dicho nada. Sí, de caballería ... hijo del brigadier Arcos.... ¡Un tío más desgalichado!
¿Por qué no? Pues yo quisiera mucho oirle hablar un día.... Y Esperancita tiene más deseos que yo, de seguro. ¡No, no!... Yo no se apresuró a decir la niña. Vamos, chica, no lo disimules. ¿No has de tener ganas de oir hablar a tu novio? Esperanza se puso como una amapola y exclamó precipitadamente: Yo no tengo novio, ni quiero tenerlo. Ramoncito también se puso colorado.
Y sin embargo, ¡cuánto vacío no dejaba en su alma el amor de su novio! ¡Ah! ¡cómo habría agradecido que le murmurase palabras de consuelo! ¿Qué barrera contenía en él esas expansiones tan naturales entre dos seres destinados el uno al otro? Si no le demostraba compasión en su desgracia ¿cuál era la causa?
Es una injuria que hago a la Providencia no declarándome completamente satisfecha. Así, pues, se daba cuenta del vacío y futilidad de la existencia a que Huberto la llevaba, y amargas previsiones la acusaban cuando desaparecía la excitación pasajera de sus mejores distracciones. Decidiose, al fin, a confiar sus temores a su novio.
Otros dedicábanse a las extranjeras de los music-halls, bailarinas y cupletistas que llegaban a España con el ansia de conocer desde el primer día las dulzuras de «un novio togego». Eran francesas vivarachas, de naricilla empinada y corsé plano, que en su espiritual delgadez apenas si podían ofrecer algo tangible entre la rizada col de su faldamenta perfumada y susurrante; alemanas de carnes macizas, pesadas, imponentes y rubias como walkyrias; italianas de pelo negro y aceitoso, con la tez de morena verdosidad y la mirada trágica.
¿Fea? ¡Nada de eso! ¿Quién ha dicho que es usted fea? No lo digo yo, ni lo dice nadie, y menos... Ricardo Tejeda. Encendióse la rubia al oír este nombre. Ricardo había sido su novio, lo sabía yo muy bien, él mismo me lo dijo en el Colegio, y Teresa no le perdonaba a mi amigo que, a poco de «terminar» con ella, hubiera visto con demasiado interés a la elegante y encantadora señorita.
¿Pero has notado qué tema el de esa chica? díjole aquélla en cuanto pisaron los dos el suelo de la calle . ¿Por qué le tiene? Porque es una tarasca respondió Bermúdez , que se alampa por novio y quiere que le cuelguen ése. Y lo que supone de él... y de mí, ¿de dónde sale y por qué lo dice ella?
El que enseñaba por la noche el abesedario á los pinches y era novio de esa que llaman La Charanga. ¡Cómo está Gallarta, Señor Dios! Ya se conoce, pues: la iglesia siempre vasía. Lo de siempre murmuró el médico. El crimen pasional. A estos bárbaros no les basta con vivir rabiando y se matan por la mujer. Aresti andaba ya, calle abajo, cuando la vieja le llamó desde la puerta.
Elenita sostenía que su tío no sudaba agua como los demás, sino café con leche; y como todos los ojos se volvían, sonrientes, a mirarle, el buen señor no podía ocultar su despecho. Cada cual comenzó a hablar con los que tenía al lado. Isabel y Villa empeñaron una conversación animada. La de Enríquez y su novio, lo mismo.
Por él supe que el novio de mi amita se había embarcado en el. Todas las conferencias terminaban en un solo punto, el próximo combate. La escuadra debía salir al día siguiente, ¡qué placer!
Palabra del Dia
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