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Actualizado: 10 de julio de 2025
¡Ay, Nela! exclamó Pablo vivamente . Tus disparates, con serlo tan grandes, me cautivan y embelesan, porque revelan el candor de tu alma y la fuerza de tu fantasía.
Que sea bendito el instante en que ustedes entran en mi casa. Veamos este caso murmuró Golfín. Cuando Pablo y los dos hermanos entraron, D. Francisco se volvió hacia Mariquilla, que se había quedado en medio del patio inmóvil y asombrada, y le dijo con bondad: Mira, Nela, más vale que te vayas. Mi hijo no puede salir esta tarde.
Golfín se dirigió al sofá, y aproximando su cara observó la de la Nela. Parece que su sueño es ahora más tranquilo dijo . No hagamos ruido. ¿Qué le parece a usted mi hija? dijo don Manuel riendo . ¿No ve usted las tareas que se da?... Sea usted imparcial, Sr. D. Teodoro, ¿no hay motivos para que me incomode? Francamente, cuando no hay necesidad de tomarse una molestia, ¿por qué se ha de tomar?
La idea de Teodoro Golfín era exacta al comparar el espíritu de Nela con los pueblos primitivos. Como en éstos, dominaba en ella el sentimiento y la fascinación de lo maravilloso; creía en poderes sobrenaturales, distintos del único y grandioso Dios, y veía en los objetos de la Naturaleza personalidades vagas que no carecían de modos de comunicación con los hombres.
Ahora dicen que van a dar vista a don Pablo, y cuando él tenga vista nada tienes tú que hacer en Socartes. ¿Qué te parece mi idea?... ¿No respondes? Pasó algún tiempo sin que la Nela contestara nada. Preguntó de nuevo Celipín, sin obtener respuesta. Duérmete, Celipín dijo al fin la de las cestas . Yo tengo mucho sueño. Como mi talento me deje dormir, a la buena de Dios.
Contienen ideas sobre las causas y los efectos, sobre la razón de todo lo que pensamos y el modo como lo pensamos, y enseñan la esencia de todas las cosas. La Nela parecía no comprender ni una sola palabra de lo que su amigo decía; pero atendía profundamente abriendo la boca.
Sacaron los vasos de leche blanca, espumosa, tibia, rebosando de los bordes con hirviente oleada. Ofreció Penáguilas el primero a Sofía, y los caballeros se apoderaron de los otros dos. Teodoro Golfín dio el suyo a la Nela, que abrumada de vergüenza se negaba a tomarlo. Vamos, mujer dijo Sofía no seas mal criada: toma lo que te dan. Otro vaso para el Sr. D. Teodoro dijo D. Francisco al criado.
Después la Nela sacó de entre las mantas una mano flaca, tostada y áspera y tomó la mano del señorito de Penáguilas, quien al sentir su contacto se estremeció de pies a cabeza y lanzó un grito en que toda su alma gritaba. Hubo una pausa angustiosa, una de esas pausas que preceden a las catástrofes del espíritu, como para hacerlas más solemnes.
Se conoce que para él todo el Universo está ocupado por una sola persona, la Nela; que la luz que se le ha permitido gozar no sirve para nada, si no sirve para ver a la Nela. ¡Para ver a la Nela!, ¡pues no verá a la Nela!... ¡la Nela no se dejará ver! exclamó ella con brío. ¿Y por qué?
Esto decía, cuando se vino corriendo hacia ellos una muchacha, una niña, una chicuela, de ligerísimos pies y menguada estatura. Nela, Nela dijo el ciego . ¿Me traes el abrigo? Aquí está repuso la muchacha poniéndole un capote sobre los hombros. ¿
Palabra del Dia
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