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Actualizado: 10 de julio de 2025
Mira tú, huerfanilla añadió la Inmaculada y tú, Pablo, óyeme bien: yo quiero socorrer a la Nela, no como se socorre a los pobres que se encuentran en un camino, sino como se socorrería a un hermano que nos halláramos de manos a boca.... ¿No dices tú que ella ha sido tu mejor compañera, tu lazarillo, tu guía en las tinieblas? ¿No dices que has visto con sus ojos y has andado con sus pasos?
A la primita dijo Pablo le gustará ver las minas. Nela, ¿no te parece que bajemos? Sí, bajemos.... Por aquí, señorita. Pero no me hagan pasar por túneles, que me da mucho miedo. Eso sí que no lo consiento dijo Florentina, siguiéndoles . Primo, ¿tú y la Nela paseáis mucho por aquí?... Esto es precioso.
Acomodose D. Francisco en un banco que a la mano tenía. Teodoro, Carlos y Sofía se habían sentado en sillas traídas de la casa, y la Nela continuaba en el banco de piedra. La leche que acababa de tomar le había dejado un bigotillo blanco en su labio superior. Pues decía, Sr.
Hablaba el autor de la belleza, y decía que era el resplandor de la bondad y de la verdad, con otros muchos conceptos ingeniosos y tan bien traídos y pensados, que daba gusto oírlos. Ese libro dijo la Nela queriendo demostrar suficiencia no será como uno que tiene padre Centeno, que llaman... Las mil y no sé cuántas noches.
En efecto, parecía que la nariz de la Nela se había hecho más picuda, sus ojos más chicos, su boca más insignificante, su tez más pecosa, sus cabellos más ralos, su frente más angosta. Con los ojos cerrados, el aliento fatigoso, entreabiertos los cárdenos labios, la infeliz parecía hallarse en la postrera agonía, síntoma inevitable de la muerte.
También se veían lozanos helechos, madreselvas, parras vírgenes y otras plantas de arrimo, que se sostenían unas a otras por no haber allí grandes troncos. La Nela sintió que las ramas se agitaban a su derecha; miró... ¡Cielos divinos!
¿Pero tú me tienes por bobo?... ¡Ay! Nelilla, estoy rabiando. Yo no puedo vivir así, yo me muero en las minas. ¡Córcholis! Paso las noches llorando, y me muerdo las manos, y... no te asustes, Nela, ni me creas malo por lo que voy a decirte: a ti sola te lo digo. ¿Qué? Que no quiero a mi madre ni a mi padre como los debiera querer. Ea, pues si haces eso, no te vuelvo a dar un real.
No, no es para vicios, no es para vicios dijo el chico con energía, oprimiéndose el seno con una mano, mientras sostenía su cabeza en la otra es para hacerme hombre de provecho, Nela, para hacerme hombre de pesquis, como muchos que conozco. El domingo, si me dejan ir a Villamojada, he de comprar una cartilla para aprender a leer, ya que aquí no quieren enseñarme. ¡Córcholis! Aprenderé solo. ¡Ay!, Nela, dicen que D. Carlos era hijo de uno que barría las calles en Madrid.
¡Madre de Dios! exclamó la Nela, cruzando las manos . ¿Tendrá eso algo que ver con lo que yo siento? ¿Qué? Que estoy en el mundo para ser tu lazarillo, y que mis ojos no servirían para nada si no sirvieran para guiarte y decirte cómo son todas las hermosuras de la tierra.
Tanasio subía al alto aposento y Celipín se acurrucaba sobre haraposas mantas, no lejos de las cestas donde desaparecía la Nela.
Palabra del Dia
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