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Actualizado: 17 de junio de 2025


En cambio, en la Natzichet, menos seriamente comprometida, la conciencia de las responsabilidades era ninguna o muy pequeña; el deber político en ella, mujer, tenía que oponer a la pasión un obstáculo menor, y si todavía no pesaba sobre ella una condena por crímenes, los informes de la policía la consideraban capaz de consumarlos.

Si tantas dudas había concebido ya él mismo sobre la confesión de la Natzichet, ¿cómo no admitir aquélla? Era la más considerable de todas. ¿Así, pues, la pasión del joven servía de algo, mientras que la sangre fría que él estaba obligado a mostrar de nada servía, puesto que el joven era quien veía con mayor claridad?

El sentimiento que la ha guiado a usted es por cierto respetable y la honra mucho; pero si, por no acusar a su amante, nos ha dejado usted en la duda, ¿somos nosotros responsables de que su prisión se haya prolongado? La Natzichet continuaba mirándole fijamente. Al oír esta última pregunta cerró por un instante los ojos, y dijo: ¿Qué quiere usted decir? ¿No comprende usted? No.

¿Debía renunciar positivamente a toda investigación ulterior? ¿Había que perder en realidad la esperanza de obtener una prueba incontrovertible? ¿Y cómo concluir el largo y ya vano sumario? ¿Rechazando la acusación, afirmando que la Condesa se había matado, y que la Natzichet se acusaba solamente por el temor de ver condenado al Príncipe, aunque era tan inocente como él, y que por esta razón las versiones de uno y otra no habían estado de acuerdo?... ¿O volviendo a la hipótesis, ya excluida como la más improbable, de que ambos fuesen culpables, de que la Natzichet hubiera ayudado a su amante a ejecutar el asesinato con el robo por móvil, y tratado después de salvarle, acusándose?

Por eso importaba cerciorarse de la naturaleza de las relaciones de los dos rusos; pero ninguna luz arrojaron sobre ese punto las declaraciones tomadas en Zurich entre las personas que conocían a Zakunine y a la Natzichet: nadie sabía si en realidad eran amante y querida; algunos lo sospechaban, otros rechazaban la idea, y hasta sobre si eran o no capaces de haber cometido el delito, los pareceres eran también en esa ciudad muy diversos.

Los que negaban el suicidio, triunfaban al ver confirmados los razonamientos que habían opuesto a la increíble hipótesis: pero en el otro lado no era muy grande el desencanto, pues a pesar del secreto de la instrucción judicial, se sabía que Alejandra Natzichet, al matar a la Condesa, no había hecho más que obedecer al deseo, casi a la intimación de su desesperada víctima.

Forzoso era admitir nuevamente que, al amar a la Natzichet, o mejor dicho, al entrar en relaciones con ella para alargar la lista de sus triunfos galantes, el Príncipe no había olvidado del todo a la Condesa, o que en el momento de verla próxima a caer en brazos de otro, había sentido despertarse su amor por ella.

Y entonces, siguiendo los argumentos de Vérod, ¿habría que volver las sospechas hacia el lado de la joven estudiante? ¿Querría el Príncipe demostrar que se trataba de un suicidio, para salvar a su compañera de fe política? ¿Qué pensaba su patrona de esa mujer que estaba en la casa, de la Natzichet? No . No la veía. ¿Pero tenía conocimiento de sus visitas? ¿Estas le desagradaban? No se...

¡Tanto mejor! contestó Ferpierre ¡y puede usted estar cierto de que también yo las buscaré, de que las busco!... Y antes de dejarse persuadir por la fuerza de aquella fe, despidió a Vérod y dio orden de que hicieran entrar a la joven desconocida. ¿Su nombre? le preguntó. Alejandra Paskovina Natzichet. ¿Nacida en?... Cracovia. ¿Cuántos años? Veintidós. ¿Qué profesión? Estudiante de medicina.

Si él es tan infame, ¿quiere decir que la Natzichet posee un corazón heroico? ¿Qué le impide a usted admitirlo? Lejos de negarlo, el magistrado había reconocido expresamente que por el ardor de su fe, por la tenacidad de sus sentimientos, la joven era capaz del heroísmo. Pero ¿cómo sorprenderla? ¡Su explicación del delito era completa! Tenía dos razones para cometerlo: el amor y el fanatismo.

Palabra del Dia

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