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Actualizado: 7 de junio de 2025


La buena señora se pone nerviosa y triste siempre que le hablan de este pleito y de tu prisión». «Muñoz y Nones dijo la señora a mi suegro , yo quiero que usted arregle esto. Tómelo usted por su cuenta, hable a esa desgraciada, demuéstrele lo inútil de su tenacidad, y ofrézcale en mi nombre lo que a usted le parezca, con tal que me deje en paz». ¿Eso le dijo?...

Esta solución le parecía a ella la muerte de todos sus ensueños... Era preferible quedarse en aquella indecisión, ante aquella perspectiva muy vaga, muy brumosa, donde podría resplandecer de pronto la luz de su vida. El matrimonio con Muñoz la aterraba. Para evitarlo pediría ayuda a las Aliaga y a Julio...

¡Bah! dijo Julio respondiendo a la acusación de Muñoz, yo te juro que esa actitud mía no era orgullo. Venía, simplemente, de cierto pesimismo, algo así como sintiendo la inutilidad de confesar nada... Me parecía que de todos modos lo realmente mío a ninguno de ustedes podría interesar. O más bien... me repugnaba mostrar las intimidades de mi espíritu.

Así mismo se participó dicho acuerdo a la Real Audiencia y al muy Ilustre Señor Don Diego Liñan y Muñoz su Regente, noticiando a todos, que el día primero de Mayo estaba destinado para el Auto.

En un cuarto de hora Muñoz Torrero había lanzado a la faz de la nación el programa del nuevo gobierno, y la esencia de las nuevas ideas. Cuando la última palabra expiró en sus labios, y se sentó recibiendo las felicitaciones y los aplausos de las tribunas, el siglo décimo octavo había concluido.

La imagen misma era ya una caricia, y se le acercaba, dulcemente; sentía en la cara el calor de su cara, la misteriosa blancura de un seno pequeño emergía, en la sombra... Y Muñoz se aterraba, tenía la sensación de cometer en su pensamiento una profanación.

Se alejó de Muñoz, después de echarle una mirada de soslayo; y entró en el gran salón iluminado, con el mismo desembarazo elegante con que solía hacerlo en el cabaret o en el club. Tuvo Muñoz un gesto de disgusto; la presencia de Castilla, allí, en casa de Charito, le produjo malestar. Ella no había llegado todavía.

Lucía, sin contestar en seguida, le sugirió con naturalidad: Y... quiérame a ... Siguió atormentando a Muñoz el ansia de volverla a ver. Todo lo demás eran ideas y sentimientos que se desvanecían sobre una gran sensación de vacío. Recordó que había empezado la temporada de ópera y que posiblemente estaría Adriana esa noche en el teatro. Se vistió apresuradamente.

Las niñas con quienes la de Arnaiz hacía mejores migas, eran dos de su misma edad y vecinas de aquellos barrios, la una de la familia de Moreno, del dueño de la droguería de la calle de Carretas, la otra de Muñoz, el comerciante de hierros de la calle de Tintoreros.

Fueron bautizados los cuatro y tomando los nombres de sus padrinos, el Sibili se llamó Gil Callar y el Farrig Gil Muñoz y los otros en esta conformidad.

Palabra del Dia

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