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Actualizado: 7 de junio de 2025


A la muerte del comendador don Antonio de Ribera, del hábito de Santiago, su viuda, doña Inés Muñoz, fundó en 1573 el monasterio de la Concepción, tomando en él el velo de monja y dejándole su inmensa fortuna.

Importancia de la nueva ciudad de Teruel. Servicios prestados al Rey por el caballero D. Pascual Sanchez Muñoz. Resultado de la primera expedición a Valencia. Conquista de esta ciudad. Los Muñoces y Marcillas.

Eulalia Muñoz era muy vanidosa, y decía que no había casa como la suya y que daba gusto verla toda llena de unos pedazos de hierro mu grandes, del tamaño de la caña de doña Calixta, y tan pesados, tan pesados que ni cuatrocientos hombres los podían levantar.

Si yo a Muñoz no lo quiero es porque soy mala, perdida para todo cariño verdadero. ¡Hay tantas mejores que yo! Lucía misma, , Lucía. A déjeme, no piense más en , abandóneme. No soy digna de que nadie, no, nadie, ponga su cariño en . Y decía todo esto con un ardiente deseo de que él se desilusionara y dejara de sufrir. Muñoz la miraba atónito.

Señores oficiales, se conoce que hay chispa añadió el alcalde ordinario don Tomás Muñoz, y que era, en cuanto a sutileza, capaz de sentir el galope del caballo de copas . Pero no en vano empuño yo una vara que hacer caer mañosamente sobre esos pícaros que traen al vecindario con el credo en la boca. Donde se comprueba que a la larga el toro fina en el matadero y el ladrón en la horca

Es decir, continuó, no pude imaginarme que darías importancia a la cosa. comprendes que Adriana... , ya , otro día hablaremos, le interrumpió Muñoz, herido no tanto por el tema que abordaba Castilla, sino por oírle pronunciar el nombre de Adriana. Experimentó una impresión casi tan desagradable como en casa de Charito cuando le vio cortejarla y tan atrevidamente acariciarle la mano.

Pero Adriana apenas volvió hacia ella sus ojos distraídos. ¡Voy, mamá, voy! exclamó Charito con un gesto de desesperación, para llamar la atención de Adriana. Esta repentinamente adivinó. Oyó la voz de Muñoz, miró a Julio consternada y se levantó oprimida por un sentimiento de vergüenza y desazón. Jamás había hablado con Julio de Muñoz. Tuvo tentación de despedirse y escapar por el vestíbulo.

El tío de ambos, D. Cayetano Villuendas, progresistón y riquísimo casero, era el esposo de Eulalia Muñoz, y su gran fortuna procedía del negocio de curtidos en una época anterior a la de Céspedes. Ya se ató el cabo que quedara pendiente poco ha.

Al anochecer del 31 de julio del susodicho año de 1772, un soldado entró cautelosamente en la casa del alcalde ordinario don Tomás Muñoz y se entretuvo con él una hora en secreta plática. Poco después circulaban por la ciudad rondas de alguaciles y agentes de la policía que fundó Amat con el nombre de encapados.

Muñoz, saludando, se retiró también. Laura había enmudecido, dándose cuenta de que los dos eran ya, efectivamente, marido y mujer. A través de los cristales entraba todavía el resplandor de la luz azul, pero ya muy velado por la indecisión que ponían las tinieblas. Julio estaba otra vez a la cabecera de la cama, y tenía una mano de la enferma entre las suyas.

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