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Actualizado: 26 de junio de 2025
Poco después, Bautista Urbide se presentó en casa de Ohando, habló a doña Águeda, se celebró la boda, y Bautista y la Ignacia fueron a vivir a Zaro, un pueblecillo del país vasco francés. Carlos Ohando enfermó de cólera y de rabia. Su naturaleza, violenta y orgullosa, no podía soportar la humillación de ser vencido; sólo el pensarlo le mortificaba y le corroía el alma.
Yo los acompañaba poco; vivía aislado en un departamento independiente de la casa, porque me mortificaba el trato de aquella mujer fría y ligera que no podía vivir sino en una atmósfera de lujo y de pompa. El círculo de los amigos solteros de mi tío Ramón, se había extendido considerablemente, con motivo de su casamiento.
Y sangrándole el corazón, consumiéndose de pena, calló, se apartó a fin de no ser un obstáculo para su dicha; mas cuando supo que su afortunado rival no merecía la fortuna que había alcanzado; que no solamente no hacía feliz, sino que injuriaba, maltrataba y mortificaba al ser a quien él habría querido ahorrar, no sólo el dolor, sino hasta la menor idea incómoda, un furor en que había ira, remordimientos y desdén, lo arrojó al campo de los nihilistas que se preparaban a matar al terrible gobernador.
Lejos de rezar con él estos refranes, más bien podía aplicársele aquel otro, y perdone V. señora Marquesa que se le aplique, pero casi lo pide a voces la narración: mientras más viejo más pellejo. Pretendo significar con esto que el señor Marqués, en vez de enmendarse con la edad, se hizo más cortejante, jugador y amigo de jaleos de toda laya, lo cual mortificaba mucho a la señora Condesa.
La duda que le mortificaba era esta: «¿Y él? ¿estaba convidado De Pas?». No lo sabía, y no quería marcharse sin averiguarlo. Como pasaba el tiempo, y ya gabinete y salón quedaban poco a poco despejados, el Magistral creyó que debía irse. Se acercó a la Marquesa, pero no tuvo valor para despedirse y le habló de cualquier cosa.
Desde las conchas de la casa del Padre se veían perfectamente los menores detalles de la laguna y del volcán. El día estaba bastante entoldado, y el calor no mortificaba como de ordinario. A los postres se nos presentó la capitana Ramona, viuda de un Gobernadorcillo.
Tellagorri era de la familia de los Galchagorris, la familia de los pantalones colorados, y este consonante, entre el mote de su familia y su nombre había servido al padre de la sacristana, viejo chusco que odiaba a Tellagorri, de motivo a una canción que hasta los chicos la sabían y que mortificaba profundamente a Tellagorri. La canción decía así: Tellagorri Galchagorri Ongui etorri Onera.
Más valía que dijese terminantemente que no. «¿Por qué te vas tan lejos de mí? Parece que te causo horror. Cuando entro, te pones seria; cuando crees que no me fijo en ti, estás ensimismada y te sonríes como si en espíritu hablaras con alguien». Otra cosa le mortificaba. Cuando salían juntos a paseo, todo el mundo se fijaba en Fortunata, admirando su hermosura; luego le miraban a él.
Don Fadrique no tenía tiempo para rodeos y perífrasis, y se fué bruscamente al asunto que le mortificaba. Sobrina, con franqueza: ¿los versos que hemos oído los ha compuesto D. Carlos para tí? ¡Qué disparate! respondió Lucía, soltando una carcajada. ¿Y por qué había de ser disparate? Porque nada de aquello me conviene: porque yo no soy Clori. Bien pudieras serlo. El poeta no describe á Clori.
Salvador se paseaba por la sala agitado; mortificaba su barba rubia con una mano implacable, y sus espuelas levantaban en la estancia silenciosa un belicoso acento metálico. Moría la tarde en la cerrazón sombría del cielo, y don Manuel tendía hacia el joven una mirada ansiosa.
Palabra del Dia
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