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Actualizado: 27 de junio de 2025


Quevedo se fué derecho á la puerta y miró detrás de ella. Encontróse en un ángulo con el cocinero mayor, encogido y contrariado. Quien huye, teme dijo Quevedo. Pues no, no dijo saliendo Montiño por qué deba yo temeros. Vos debéis haber venido aquí para algo malo. ¿Yo? por cierto, y ya á lo malo que habéis venido. A traer una carta del duque de Lerma á la abadesa. ¡Cómo! ¡qué!

Ya lo creo: encarnado, encarnado, sin pinta de otro color. ¿Y lo has llevado á la señora Luisa? Volvióse todo oídos el cocinero. He tenido que esperar á que saliera el señor Montiño, porque si después de haberme despedido me hubiera encontrado, no lo que hubiera sido de .

El cocinero mayor le miró de una manera que quería decir: Yo no he tenido parte en ese crimen. ¿Y decís... que su majestad está buena? preguntó al cocinero mayor. ; , señor contestó Montiño ; y el padre Aliaga también... acabo de hablar con él... y está bueno, y tiene buen color... y eso que el padre Aliaga almorzaba con su majestad la reina. ¿Es decir, que no han comido de la perdiz?...

Y todo el mundo sabía, y en particular el padre Aliaga, que Francisco Martínez Montiño era en la corte algo más que cocinero del rey. ¡Tratáis de hacer una confesión general! dijo el padre Aliaga ; esto es grave.

Pero eso es muy vago... muy dudoso dijo con anhelo Montiño ; si la reina ha de responder de todas las cartas que lleven por firma Margarita... Oíd, señor Montiño, oíd, y observad que la Dorotea no es lerda.

¡Ah! es verdad que sabes que yo he matado á ese infame. Pues bien, tengo suerte; la justicia, no por qué ni cómo, ha encontrado daga en mano y sobre el cadáver de Guzmán á Montiño; me quito un muerto de encima. Pero tengo mis proyectos; necesito hablar al cocinero de su majestad. Conque la orden. Entra dijo el duque, á quien como sabemos tenía sujeto el bufón.

¡Una carta en que se habla mal de ! ¡Pero don Francisco! Me la ha leído la abadesa y que andáis en cuentas con ese bribón de Lerma. Os juro que... yo... no ciertamente... el duque me ha llamado... Vos acabaréis muy mal, señor Montiño. Mi sobrino tiene la culpa. ¿Vuestro sobrino?... Por él me están aconteciendo desde ayer desgracias. Para él es todo lo bueno, para todo lo malo.

¿Esta también? dijo para Montiño . Pero, señor, ¿qué pasará en mi casa? Os esperaba con impaciencia para haceros algunas graves preguntas. ¿Puedo yo contestar á ellas? Indudablemente. Pues bien, escucho. ¿Tenéis un sobrino? , señora. ¿Se llama Juan Martínez Montiño? , señora. ¿A qué ha venido ese joven á la corte? Ha venido... pues... ha venido á avisarme de que mi hermano se moría.

A aquella pregunta, todos detuvieron sus faenas, y todos callaron; pero las miradas de todos se fijaron en un mozangón que miraba entre turbado é insolente á Montiño. ¿Has sido , Aldaba del infierno, has sido ? exclamó Montiño arrojando con cólera la tapadera, y echando mano á la espada que desenvainó.

¿Es pariente vuestro este hidalgo, Dorotea? dijo cuando se hubo sentado, y con cierto espíritu de protección. Algo más que pariente dijo con descaro la Dorotea ; es... mi amigo, y el amigo á quien más quiero. Miró de alto á bajo don Bernardino á Juan Montiño, como buscando la razón, el por qué del cariño de Dorotea hacia aquel hombre. Debéis ser forastero dijo don Bernardino.

Palabra del Dia

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