Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 3 de octubre de 2025


¡Hola, barbián! dijo Dupont el menor al ver a Montenegro. ¿Cómo está tu familia? Un día de estos iré a la viña. Quiero probar un caballo que compré ayer. Y después de estrechar la mano de Montenegro y darle varias palmadas en los hombros, satisfecho de poder demostrar la fuerza de sus manazas ante aquellos amigos, le volvió la espalda. Fermín tenía con este señorito gran confianza.

Y le asediaba con ruegos ardorosos, con palabras acariciadoras, para que fuese en seguida a avistarse con su hermana. Montenegro cedió, vencido por la ansiedad del mocetón. Iría aquella misma tarde a Marchamalo; mentiría al jefe del escritorio diciéndole que su padre estaba enfermo. Don Ramón era bueno y haría la vista gorda.

Fermín Montenegro, al ir en los días de fiesta a visitar a su familia, se encontraba siempre con los amos. Así fue aumentando insensiblemente su trato con don Pablo. En medio de la campiña, bajo el cielo de intenso azul, parecía dulcificarse el carácter imperioso de Dupont, haciéndole tratar a su subordinado con más afecto que en el escritorio.

Es un angelote pensaba. ¡Que le vaya a éste Salvatierra con que el mundo está mal arreglado y hay que volverlo como quien dice del revés!... Montenegro pasó por la calle Larga, la principal de la ciudad; una vía ancha con casas de deslumbrante blancura. Las portadas señoriales del siglo XVII estaban enjalbegadas cuidadosamente lo mismo que los escudos de armas de la clave.

Debemos ser buenos cristianos, perdonar las ofensas, auxiliarnos con la limosna y facilitar al prójimo los medios para que salve el alma: pero cada uno en el círculo social que le ha marcado Dios, en la familia que le destinó al nacer, sin asaltar las barreras divisorias con intentos de falsa libertad, cuyo verdadero nombre es libertinaje. Montenegro hacía esfuerzos por contener la cólera.

Montenegro los veía pasar en fila, camino de la cárcel, entre las bayonetas y las grupas de los caballos, unos abatidos, como si les sorprendiese la aparición hostil de la fuerza armada «que había de unirse a ellos»: otros, asombrados, no comprendiendo cómo las cuerdas de presos despertaban tal alegría en la calle Larga, cuando habían desfilado por ella horas antes como triunfadores, sin permitirse el menor atropello.

¡Que vas a reventarlo, bárbaro! gritaba Montenegro, pegando su pecho a la espalda del jinete. ¡Que pesamos mucho los dos!... Pero Rafael sólo pensaba en la entrevista próxima. En el mismísimo carro de San Elías quisiera yo llevarte, Ferminillo, para que vieses antes a la gachí. Hicieron alto en el ventorro de la carretera, cerca de la viña. ¿Quieres que te espere? dijo el aperador.

Con el miedo de un servidor bien cebado que teme perder el bienestar, daba consejos al joven. ¡Ojo, Ferminillo! La casa estaba llena de soplones. Cuando él estaba enterado, no sería de extrañar que don Pablo tuviese ya noticia de que Montenegro había visitado a Salvatierra.

Como éste preguntase con su mirada el motivo de la desgracia, el arrumbador continuó con exaltación: De too tiene la culpa la beatería cochina. ¿Sabe usté mi delito?... No ir a entregá la papeleta que me dieron el sábado con el jornal. Y como si Montenegro no conociese las costumbres de la casa, el buen hombre relataba detalladamente lo ocurrido.

¡Abrid, hijos de Satanás! ¡Abrid estas puertas que cierra vuestra codicia! ¡Abridlas de par en par, como tenéis abiertas las del Infierno! ¡Abridlas para que entren los que nunca tuvieron casa! ¡Soy yo quien después de habéroslo dado todo, llego a pediros una limosna para ellos! ¡Soy yo, quien pobre y miserable, golpea esta puerta cerrada! ¡Hijos de Satanás, no hagáis que mi cólera la derribe y entre por ella, como quien es, Don Juan Manuel Montenegro! ¡Abrid, hijos de Satanás!

Palabra del Dia

mármor

Otros Mirando