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Actualizado: 29 de junio de 2025
¿Que estás indispuesta, tú, con tal brillo en esos ojos y tal animación en esa tez? ¿Pues cómo estaré yo entonces, con esta palidez en el rostro y este cansancio en los ojos? Señorita dijo entonces la modista, ya está arreglado el vestido. ¿No querías que te ayudase? preguntó Antonia con timidez. ¿Qué hacemos? Dime.
Una persona que sale de la cárcel no puede hallarse en disposición de atender a las primeras necesidades. Así, cuando usted entre por aquella puerta, hallará una modista y un chico de la tienda de sombreros que irá con muestras..., ¿usted se entera?... Tengo allí el gran cuarto de baño; usted calcule... Conque hasta las tres.
Si hubiera fumado, no hubiera sido mayor la estupefacción de aquellas solteronas. «¡Una Ozores literata!». «Por allí, por allí asomaba la oreja de la modista italiana que, en efecto, debía de haber sido bailarina, como insinuaba doña Camila en su célebre carta». El cuaderno de versos se había presentado a los padres graves de la aristocracia y del cabildo.
Con alusiones maliciosas, vagas y envueltas en misterios a la condición social de la italiana, daba a entender que la ciencia de educar no esperaba nada bueno de aquel retoño de meridionales concupiscencias. En voz baja decía el aya que «la madre de Anita tal vez antes que modista había sido bailarina».
Era Iriarte, el amante de doña Camila y antiguo dueño de la casa de campo. El aya había procurado seducir a don Carlos; sabía que su difunta esposa era una humilde modista, y ella, doña Camila Portocarrero que se creía descendiente de nobles, bien podía aspirar a la sucesión de la italiana. Creyó que don Carlos se había casado por compromiso, que era un hombre que se casaba con la servidumbre.
Isidora y Epinona miraron hacia la sala inmediata, y vieron entrar a un hombre. Era Miquis. «Pase usted, doctor dijo la modista , y verá usted cosa buena. Usted no estorba nunca». Era Eponina mujer desordenada; mucho tiempo hacía que no pagaba al médico, el cual visitaba con gran celo a la anciana madre de la modista.
Como don Luis estaba acostumbrado a verla salir por las mañanas, ya a casa de su modista, ya a las tiendas donde se surtía de cuantas baratijas, chucherías y pequeñas galas necesita una muchacha rica, no imaginó hallar por este lado tropiezo a la realización de su propósito; pero, temiendo que cualquier otra eventualidad lo estorbara, al dar las ocho, se fue con el velo y los guantes puestos al cuarto del aya, y la dijo: Avíese Vd. pronto; vamos a salir.
Emma le presentaba las cuentas de la modista, que subían a buenos picos, y él pagaba sin chistar. También hubo que hacerle ropa nueva a Bonis, pues su mujer sólo en este punto tenía buena idea de la dignidad de un marido.
La corcovada es su hija, y por más señas costurera, ¿sabes?, y con achaque de la joroba, pide también. Pero es modista, y gana dinero para casa... Total, que allí son ricos, el Señor me perdone; ricos sinvergonzonazos, que engañan a nosotras y a la Santa Iglesia católica, apostólica.
Pasó el Carnaval y doña Manuela se vio en plena Cuaresma. Era la hora de purgar los derroches y las alegrías de la temporada anterior. La modista francesa presentaba la cuenta de los trajes de las niñas, y además hacía falta dinero para los gastos de la casa. Total, que doña Manuela necesitaba tres mil pesetas.
Palabra del Dia
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