Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 29 de junio de 2025
La modista sonreía maliciosamente, como diciendo: «Esta ya cayó. Parroquiana tenemos. ¿Quién será el pagano?» Otras dos mañanas pasó Cristeta comprando de tienda en tienda guantes, velitos, menudencias de adorno y pequeñas galas de esas que son complemento de todo traje femenino.
Misia Gregoria la daba a arreglar los vestidos que la modista no había conseguido sacar a su gusto. Y todavía tenía tiempo para repasar sus lecciones de idiomas, y acompañar a su hermana al paseo, o a tiendas, o a visitas, y también a su madre. Ella se complacía en ser útil, en servir; no tenía más ambición que agradar a todos. Por lo cual, todos la adoraban.
Venturita, en cuanto tuvo noticia de que se preparaba un baile de verdad, se apresuró a encargar a la modista un lujosísimo vestido, para disfrazarse de Isabel de Inglaterra y otro para Cecilia, de dama de Luis XV. Esta se había resistido bastante a ir al baile.
A su madre la había querido mucho, le había besado los pies desnudos durante la luna de miel, que había sido exagerada; pero poco a poco, sin querer, había visto él también en ella a la antigua modista, y la trató al fin como un buen amo, suave y contento.
Inútil es decir que nuestra modista francesa aclimatada en California, habia encontrado un campo mas extenso para sus coqueterías, y que la fingida rivalidad de algunos tunantes de buen humor la ponía en los mas cómicos apuros.
Después habló de un vestido que proyectaba hacerse, en color claro con adornos de terciopelo carmesí; una idea que se le había ocurrido a ella sin consultar a la modista; estaba segura de que había de gustar mucho. Pero súbitamente volvió en sí y dijo con palabra rápida y seca: Vamos, adelante,... el pañuelo de la niña diez y seis, ¿no es eso? Sí, señorita.
Era mucho más exigente con la modista para sus vestidos que para los propios, y la frase que más la halagaba en boca de sus amigos, era la que envolvía un piropo para su hija. Llevábala a muchas partes consigo, y se afanaba y desvivía para hacer cuanto antes, con la debida solemnidad, su presentación en «el mundo».
Dela usted el pase, y adentro con ella...» «Poco a poco», respondo yo entonces, no a la modista, sino a ti, que lo has oído: «a la parte de allá de esa puerta hay mucho bueno; pero también mucho malo: lo uno y lo otro tienta y seduce por igual, y todo ello anda revuelto y salta a los ojos voraces, hecho una ensalada.
En mis barrios, en mi casa, sin ir más lejos, conozco yo una muchacha que paece un ángel, y allí se está como flor en cerro, que ni la huelen ni la cogen... hasta que pase el burro y se la coma...; es decir, cualquiera. Guapa, ¿eh? ¿Alguna modista o peinadora? Por ahí, por ahí; pero monísima. Esbelta, graciosa... y cara de buena. Vive sola, en el tercero interior, y debe de ser muy pobrecita.
Se la admitió sin reparo en la clase, en la intimidad de la clase por su hermosura. Nadie se acordaba de la modista italiana. Tampoco Ana debía mentarla siquiera, según orden expresa de las tías . Se había olvidado todo, incluso el republicanismo del padre, todo: era un perdón general.
Palabra del Dia
Otros Mirando