Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 17 de julio de 2025
Contaba hechos de armas y aventuras de cuartel con una gracia burda y una sinceridad zafia que levantaban ampolla. El otro se llamaba Pedernero y era del propio Ceuta, hijo de una oficiala del Fijo, joven y simpático, de modales mucho más finos que sus colegas, listo como un chorro de pólvora, y con un pico de oro que daba gusto.
Sus modales torpes y bruscos como los de un elefante, la palabra estropajosa, la inteligencia tarda y oscura al parecer: sin embargo, después de tratarle se comprendía que era más socarrón que lerdo: rara vez miraba de frente a la persona con quien hablase.
En todos ellos desplegó nuestro negociante su rara sagacidad, su talento positivo y un "órgano de la adquisividad" tan poderoso, que con razón le hicieron célebre entre los personajes de la banca. No era antipático su trato. Al revés de casi todos los que aspiran a las riquezas o al poder, ni era fino en los modales ni meloso en las palabras.
Pisando aquellas alfombras, viéndose en aquellos espejos tan grandes como las puertas, hundiendo el cuerpo, voluptuosamente, en aquellas blanduras del lujo cómodo, ostentoso, francamente loco, pródigo y deslumbrador, el Magistral se sentía trasladado a regiones que creía adecuadas a su gran espíritu; él, lo pensaba con orgullo, había nacido para aquello; pero su madre codiciosa, la fortuna propia insuficiente para tanto esplendor, el estado eclesiástico, la necesidad de aparentar modestia y casi estrechez, le tenían alejado del ambiente natural... que era aquel.... El Magistral al entrar en estos salones y gabinetes suavizaba más sus modales suaves y con fácil elegancia, manejaba el manteo y plegaba la sotana y movía manos, ojos y cuello con una distinción profana que no llegaba nunca a la desfachatez del cura que reniega del pudor de los hábitos al pisar los palacios del gran mundo... o sus sucedáneos.
Adelaida cantó al arpa el aria de Desdémona, assisa al pie d'un salice, con un gusto y afinación que encantaron al rey Buby. No era Adelaida bonita, pero tenía modales muy distinguidos, y hacía oscilar su rabo con cierta melancólica coquetería, que revelaba, sin duda, alguna pena secreta.
La naturaleza le había dotado, no obstante, de un claro y simpático ingenio, de fácil palabra y de cierta dignidad de modales que suplía bastante bien a esa elegancia y distinción que el roce continuado con la espuma de la sociedad engendra. Entró en la sala tranquilo ya y aun con una vaga predisposición a la hostilidad que el estrambótico paso de aquella señora le infundía.
Porque ella tenía la vanidad, muy bien fundada por cierto, de no desmerecer de las tales señoras en punto a buena crianza y modales. Harto sabía, además, que no todas habían nacido en doradas cunas, y que la finura es lo que constituye la verdadera aristocracia en estos tiempos liberales.
Su mismo esposo era para ella un motivo de disgusto por sus modales de hombre de trabajo, siempre ansioso de descanso, y aquel desenfado grave y un tanto excéntrico que había copiado de sus corresponsales de Inglaterra. Sólo sentía por él un débil afecto semejante al que inspira un socio comercial.
No había cambiado en lo más pequeño su índole fría y altanera; pero había más elegancia en su talante y mejor gusto en su modo de vestir; adquisiciones maquinales y exteriores, que a los ojos de ciertas gentes, pueden suplir la falta de inteligencia, de tacto y de buenos modales.
Perdió aquellos modales arrogantes que jamás le abandonaban, su mirar altivo, su displicente sonrisa: cuando hablaba con ella hacía esfuerzos increíbles para ocultar su rendimiento, pero sin conseguirlo más que á medias. Temía ofenderla con cualquier frase un poco atrevida.
Palabra del Dia
Otros Mirando