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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Déjame que te bese el mordisco, para curártelo. Déjame que te bese todas esas cicatrices tan monas. ¡Pobre de mi brutito, que le han hecho pupa! Y la hermosa furia volvíase humilde y tierna, arrullando al torero con gestos de gata. Gallardo, que entendía el amor a la antigua usanza, con intimidades iguales a las de la vida matrimonial, jamás consiguió pasar una noche entera en casa de doña Sol.

Pero ya te arreglaré yo, país de las monas. ¿Cómo te llamas? Te llamas Envidiópolis, la ciudad sin alturas; y como eres puro suelo, simpatizas con todo lo que cae... ¿Cuánto va? Diez millones, veinticuatro millones, ciento sesenta y siete millones, doscientas treinta y tres mil cuatrocientas doce pesetas con setenta y cinco céntimos...; esa es la cantidad.

Pero yo tengo pensado hacerla toda de papagayos, tordos y picazas, que hablan; y meter para el entremés monas." "Por cierto, alta cosa es esa."

Miguel, en vez de obedecer, se puso a dar vueltas por el cuarto, observando con semblante risueño cuanto en él había. Estaba lleno de atributos taurómacos: sobre la puerta una cabeza disecada de toro; a los lados unas moñas lujosas, con los colores caídos ya por el tiempo; por las paredes algunos cromos, representando las distintas suertes del toreo; una espada y una muleta formando trofeo.

Lope de Vega, en el acto III de Los Novios de Hornachuelos: «BERRUECO. ...Un Barrabás sois vestido, una fantasma calzada, una arpía bautizada, y un camello con marido.... Longinos a pie, Caifás, capón molde de hacer monas, India de las Amazonas y trescientas cosas másTirso de Molina, Cautela contra cautela, acto I: «ENRIQUE. ¿No es bien nuevo amar a dos?

Sólo duraba en ella el gusto del aguardiente; y cuando se apimplaba, que era un día y otro también, hacía figuras en medio del arroyo, y la toreaban los chicos. Dormía sus monas en la calle o donde le cogía, y más bofetadas tenía en su cara que pelos en la cabeza.

Enumerar los rizos, moñas, lazos, trapos, adobos, bermellones, aguas y demás extraños cuerpos que concurrían a la grande obra de su monumental restauración, fatigaría la más diestra fantasía: quédese esto, pues, para las plumas de los novelistas, si es que la historia, buscadora de las grandes cosas, no se apropia tan hermoso asunto.

Dime que no en seguida, o te araño. ¡Dónde iba yo a meterte!... Nada de teatro: queda prohibido. Escribirás en los periódicos, escribirás libros; y si alguna vez las señoronas te envían cartitas, entusiasmadas por esas cosas tan monas que sabes decir, ¡cuidado con hacer caso de ellas!... Mira que aún no me conoces; mira que yo, cuando le tengo ley a una persona, soy peor que una mosca.

Y a too esto, don Fernando, unas monas sabias, tan feas y negras como su primo aquí presente; unas desgalichás, a las que he visto de pequeñas en los cortijos robando garbanzos y otras semillas; unas ratas vivarachas, sin más que el aquel gitano y unas desvergüenzas que ponen coloraos a los hombres. ¿Y eso es lo que les gusta a aquellos señorones? ¡Vamos, hombre, que hay para reír!...

Pues tráete una docena, los llevamos y decimos que esas son las moñas que se les ponen a los toros cuando salen a la plaza, brrrr... reventando al mundo entero con aquellos cuernos tan afilados... Y se lo creen... Si conoceré yo a mi gente».

Palabra del Dia

commiserit

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