United States or France ? Vote for the TOP Country of the Week !


Teresa volvió a mirarme fijamente. ¿Está V. contento? ¡Vaya! ¿Va V. a gusto conmigo? Mejor que con nadie en el mundo. ¿No le estorbo? Al contrario, siento un placer como usted no puede figurarse. ¿No tiene V. nada que hacer ahora? Absolutamente nada.

»El me habla poco de usted, pero en cambio le hablo yo, y como él le conoce tanto, aprovecho esa circunstancia y aun abuso de ella siempre que viene a verme. Cuando entra me saluda, y si hay otra visita guarda silencio con aire meditabundo y se contenta con mirarme de un modo tan insistente que yo acabo por sentirme desazonada y molesta.

Escuchadme bien... Apenas se atrevía a mirarme. Me evitaba, me huía... Me tenía miedo. Evidentemente me tenía miedo. ¡Pues bien! ¿decidme, con franqueza, si soy como para inspirar miedo? No, ¿no es verdad? Seguramente, no. ¡Ah! pero no me tenía miedo a , sino a mi dinero ¡a mi horrible dinero!

Y era de ver entonces la cara que ponía Mari Pepa y los gestos de asco que hacía Lituca mirando a su madre y volviendo a mirarme a , como si dudara de la verdad de lo que yo refería. Puro vicio, hija, puro vicio decía al cabo Mari-Pepa ; puro vicio de la jartura en que viven esas gentonas, de cuanto Dios crió.

Yo comencé a decir que me había visto tan ocupado con negocios de Su Majestad y cuentas de mi mayorazgo, que había temido el no poder cumplir; y que, así, las apercibía a merienda de repente. En esto, llegó el repostero con su jarcia, plata y mozos; los otros y ellas no hacían sino mirarme y callar. Mandéle que fuese al cenador y aderezase allí, que entretanto nos íbamos a los estanques.

»Pero, bajando la vista y sin atreverse a mirarme, continuó con voz temblorosa: »¿Le ama usted del modo que él la ama? »Yo nada contesté; pero caí a sus pies. Prométame solamente renunciar a esas ideas de muerte, proyecto culpable que le cerraría las puertas del Cielo, de ese Cielo donde espero volver a encontrarla. »Pero entonces, ¿qué partido tomaremos?

Pero María Elvira no pensó en contestarlo, contentándose con mirarme un instante más y apartar la vista con una corta sacudida de hombros. Vamos me dijo bruscamente. Quiero bailar este vals. Es justo me levanté. El sueño de vals que bailábamos no tiene nada de divertido. No me respondió. Mientras avanzábamos al salón, parecía buscar con los ojos a alguno de sus habituales compañeros de vals.

Mirábame éste y miraba al santo, y tornaba á mirarme después con cierta expresión de complacencia, mientras yo contenía á duras penas la risa que me excitaba el fatalísimo gusto de mis primas, que habían hecho, con fervorosa y cándida intención, un ídolo chino de una de las imágenes más poéticas y sencillas de nuestro culto.

Y esta tarde, como te vi hacer tantas cosas, y que te llaman el perro sabio, y, también, como alzaste la cabeza a mirarme cuando te llamé en el corral, he creído que eres hijo de la Montiela, a quien con grandísimo gusto doy noticia de tus sucesos.

Ya pasaron los dias, ya pasaron las horas de ventura en que al mirarme, amante sonreias con infantil ternura. Ya ha borrado la mano del olvido mi nombre de tu mente, ya no busca tu oido el tierno halago de mi voz ardiente. ¡Ya no piensas en ! Ya cuando al cielo vuelves los claros ojos, pides calma á tu duelo, no paciencia á mi queja y mis enojos.