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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Todo esto le mejoraba y embellecía indudablemente, por lo que el viejo boticario no se cansaba de mirarle ni cesaba de sorprenderse. Verdaderamente, Leto le dijo en una ocasión , que lo tenía yo pronosticado... porque, aunque no he visto mucho, los años, ¡caray! son grandes maestros y enseñan de todo... eso es.
Tal sinceridad había en su acento, que de buena gana Cristeta se hubiese dejado comer a besos, si no temiera que la precipitación malograse su plan. Se limitó a mirarle con dulzura, respondiendo: ¿Pues qué clase de mujer crees que soy? ¿de las que tú estabas acostumbrado a tratar?
Luego que entró Zadig en la ciudad, se agolpó en torno de él la gente, sin que se cansaran sus ojos de mirarle, su lengua de darle bendiciones, ni su corazon de desear que se ciñese la corona. El envidioso que le vió pasar se esquivó despechado, y le llevó en volandas la muchedumbre al sitio de la asamblea.
Al joven que ha estado doce capítulos comiéndosela con los ojos sin que ésta se dignara mirarle. Desde entonces, una corriente eléctrica se establece entre los dos amantes. ¡Se habían contemplado! ¡Ay!»
A mí me va perfectísimamente; no te has equivocado repuso en el mismo tono displicente, sin mirarle a la cara. ¿Cómo no, siendo en todas partes donde te presentas la estrella Sirio? Dispensa, chico, no entiendo de astronomía. Sirio es la estrella más brillante del cielo. Eso lo sabe todo el mundo. Pues yo no lo sabía... ¡Ya ves, como soy una paleta!
Levantóse bruscamente, y después de mirarle con fijeza, entre airada y desdeñosa, le dijo con acento glacial: Tienes razón. Ese arreglo no puede convenirte.... Mejor será que cortemos de una vez nuestras relaciones. Y se dispuso a marchar. Raimundo quedó anonadado. ¡Clementina! gritó con desconsuelo cuando se hallaba ya cerca de la puerta.
¿Quiere usted que llamemos al médico, señorita? No, no... Esto no es nada... Hágame una tacita de tila. Ahora mismo. Cuando se quedaron solos, la beata volvió a mirarle larga y fijamente. Al cabo dijo con voz débil: Escuche usted, padre. ¿Qué desea usted, hija mía? respondió inclinando la cabeza hacia ella. Acérquese usted más... No puedo esforzar la voz. El P. Gil se inclinó todavía más.
Usted es hombre honrado, y no hay más que mirarle para ... voy al decir, que.... ¡Hijo mió de mi alma!...; yo no sé ya lo que digo ni lo que he de hacer porque lo pase más á gusto. Las lágrimas ahogan á la pobre mujer, y el dolor perturba su razón.
Napoleon se ocupará en el paso de los Alpes por Aníbal, en las batallas de Cánas y Trasimeno; se indignará al ver á César vacilante á la orilla del Rubicon, golpeará la mesa con entusiasmo al mirarle cual marcha sobre Roma, vence en Farsalia, sojuzga el Africa, y se reviste de la dictadura.
Muy bien hecho, Leto dijo Nieves volviendo a mirarle con la misma sonrisita maliciosa . Eso es lo que debe hacerse siempre con los claveles que se caen de la boca... y no lo que se hizo con uno que yo recuerdo... Rojo era también y doble, si no me engaña la memoria... y en el suelo se quedó el infeliz... Verdad que no valía la pena de ser guardado, porque la boca de que se había caído era la mía.
Palabra del Dia
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