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Actualizado: 12 de mayo de 2025


Por eso creo que el señor Varona tenía razón cuando afirmaba que aquella palabra era la síntesis más cabal de toda su existencia: en el tiempo de su vida, haciéndola penosa, mirándolo todo como secundario, salvo aquel propósito fundamental y esencial de todos sus días, uno tras otros; y después, al iniciarse la lucha, lanzándose frente al enemigo, buscando la muerte y encontrándola al fin; ¡él no fue más que un sacrificado consciente y espontáneo, desde el primer momento hasta el último!

Cuando venía a pasar las vacaciones, no se saciaba de estar junto a él, mirándolo, acariciándolo y adivinando en los ojos sus más leves caprichos, para cumplirlos inmediatamente.

Y habiendo sido tan ricos, Gabriel, hoy nos vemos en la miseria, y yo, hijo mío, un sacerdote del Señor, tengo que ir de un lado a otro con estas papeletas para que vivamos todos, como si fuese un revendedor de entradas de toros, como si la casa de Dios fuera un teatro, teniendo que aguantar a extranjeros herejes que entran sin santiguarse, mirándolo todo con gemelos. ¡Y yo debo sonreírles, porque pagan y nos proporcionan los postres para el triste cocido! ¡Ca...rape! ¡Jesús me valga!

El atlot hablaba de él con desprecio. Aquel gallina no podía darse el lujo de matar a un hombre. ¡Todo farsa! Otras veces, al abrir el herido sus ojos, veía la figura inmóvil y acurrucada de la mujer de Pep mirándolo fijamente con sus pupilas sin expresión, moviendo los labios como si rezase, interrumpiendo este silabeo mudo con suspiros profundos.

Los hijos de Dios se abrazan y besan en la mejilla, murmurando: «Salud, hermano; salud, hermana; el Señor sea con nosotros.» Y , hermana mía prosiguió, tomando en sus manos el joyel con el retrato y mirándolo con el rostro descompuesto por la piedad y la amargura , ¿dónde estás, en qué oscura mazmorra te encerré, a ciegas, que no doy con la entrada, aunque sangran mis pies de tanto caminar y mis manos de tanto tropezar a tientas?

Una vez cerrada la puerta, Cristián se precipitó sobre su amigo y dijo, mirándolo hasta el fondo del alma: ¿Estás resuelto? Estoy resignado á seguirte, porque así lo quieres; decidido á sufrir puesto que es preciso. Está bien. Tenemos pocos instantes disponibles.

, y bien superior: mirándolo bien, lo había sido toda la vida; lo era sin saberlo; antes de que Marta hubiese parecido por su casa, ya ella tenía el prurito de no enfadarse por lo que se enfadan los demás, y había discurrido aquello de no alborotar ni enfurecerse cuando los demás quisieran ni por lo que los demás lo esperasen; y ya había discurrido la graciosísima idea de vengarse del ladrón de Nepomuceno y del tonto de su marido poco a poco, y a su manera, y a su gusto y dándoles el gran chasco. ¡Vaya si había sido siempre una mujer especial, superior!

Un personaje importante el tal vasco... La señora infundía respeto a los dos compatriotas del esposo, siempre con la cabeza alta, parca en palabras, llamando a Goycochea por su apellido, como si fuese un amigo en visita, mirándolo todo insolentemente con sus ojos de miope.

Parecía haber perdido por completo el uso de la palabra, no soportaba a nadie a su lado y evitaba aún a su viejo amigo; huraño y mudo, vagaba días enteros por los campos; permanecía noches enteras sentado junto a la cuna de su hijo, mirándolo fijamente con sus ojos enrojecidos y quemados por el llanto.

Estos personajes omnipotentes, tras un descanso en Can Mallorquí, habían subido a la torre, mirándolo todo, escudriñándolo todo, corriendo el terreno como si quisieran tomar medidas, obligándole a él, ¡al Capellanet!, a que se tendiese en el sitio en que habían encontrado a don Jaime, adoptando su misma postura.

Palabra del Dia

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