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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Quiero gozar la vida antes de que llegue la vejez. Nuestra hija va á tener en una rival. ¿Qué dices á esto, Pepe?... Harás bien: y siguió leyendo, sin saber lo que leía, con el pensamiento lejos, muy lejos. La comida fué triste. El millonario había llegado de su último viaje con un gesto melancólico, que desaparecía de pronto, dando lugar á extrañas nerviosidades.

Serafina, la primera vez que cayó en ella, cayó, como tantas otras, seducida por la vanidad, por la lujuria exaltada de la mujer de teatro, por el interés: su primer amante, a quien quiso un poco, de quien estuvo muy orgullosa, fue un General francés, Duque, millonario.

El millonario miró á su primo con ojos mansos y sin expresión, unos ojos bovinos que parecían pedirle clemencia, al mismo tiempo que se pasaba la mano por la barba borrando el escupitajo del odio. Fué á hablar, pero no pudo. Un fantasma negro que agitaba su manteo como unas alas fúnebres tiraba de él. Era el Padre Paulí. Don José. Vámonos de aquí. ¡A Begoña! ¡A Begoña!

Vivo mejor que en la mísera pensión de Londres, donde pasé mi juventud de empleado; eso es todo. ¿Y tu mujer? ¿Y Cristina? ¡Mi mujer! dijo el millonario con amargura: yo no tengo mujer: sólo tengo una patrona, muy santa, muy virtuosa, que cuida de mi vida material, y hasta se inquieta algo cuando me ve enfermo.

El «amigo Neptuno» cómo le llamaba Maltrana pareció dudar algunos segundos antes de escoger su acompañante. Quería dedicar este honor a la más alta dama del buque, y sus ojos iban indecisos del collar de perlas de la esposa del millonario gringo a los lentes y la majestuosa corpulencia de la señora del doctor Zurita. Pero el santo respeto a la autoridad y las categorías sociales le sacó de dudas.

Un millonario bilbaíno puede gastarse dos o tres millones en un yacht y otros dos o tres en su palacio de Algorta; pero, ¿qué hace luego con los millones restantes? Hace poco se ha fundado aquí una Compañía para lograr que el kilo de merluza no cueste nunca mucho más de seis reales; pero, ¿dónde está la compañía que venda merluzas para millonarios a mil o a dos mil duros?

Mientras él se hacía millonario, la mitad del mundo, al otro lado de los mares, sufría los horrores de una gran guerra. Al principio este cataclismo había hecho peligrar su propia empresa. Los colonos extranjeros abandonaban los campos de la Argentina para ir á ser soldados en sus respectivas naciones.

Los tiempos eran de crisis económica: los ricos conocían momentáneamente la pobreza y la inquietud; los Bancos habían suspendido sus operaciones y sólo pagaban una exigua parte de sus depósitos. El millonario se vió privado por unas semanas de su riqueza.

El principal discutía con don Ramón y otros señores, ricos cosecheros que llegaban con cierto aire despavorido y se serenaban, acabando por reír, luego de escuchar las vehementes palabras del millonario. Montenegro no prestaba atención, a pesar de que la voz de don Pablo, aflautada por la cólera, se esparcía algunas veces por el escritorio.

La mesa del círculo le restableció insensiblemente, por más que no se privaba de nada. El incentivo del juego le retenía bajo la férula de su protector. Los abonados del club jugaban al whist y al écarté con un cierto atrevimiento, pero sin intemperancia; rara vez se pasaba de un luis por puesta; no era, pues, una distracción peligrosa para un millonario.

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