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Actualizado: 30 de abril de 2025


Está delicado: no gusta de recibir visitas. ¡Bah! Los médicos entramos donde hay enfermos... Y sin esperar el permiso de la señora, púsose de pie y se dirigió á la puerta que comunicaba el salón con el despacho del millonario. Al levantarse el tapiz, Sánchez Morueta dió un grito de alegría, reconociendo á su primo. ¡Luis! ¡Luisito!... Y le tendió las manos sin abandonar el sillón.

En uno de sus paseos habían llegado cerca del hotel, y ahora se alejaban lentamente, sonando á sus espaldas el piano y el abejorreo de las conversaciones de la tertulia de doña Cristina. ¡Y pensar que podía haber encontrado en mi casa la felicidad que busco fuera, ocultándome como un malhechor! exclamó el millonario, como si el recuerdo de su familia despertase en él cierto remordimiento.

En un país organizado para millonarios, el ilustre naviero debiera poder adquirir un gabán de varios millones de pesetas. Hoy no puede adquirirlo, y es que el millonario se encuentra postergado en el mundo. Mientras todos gozamos de la vida en proporción con nuestros recursos, el millonario, no.

Pero ¡ay! aquella mujer de carácter doble é inexplicable era invencible. De sus crueldades, hacía un mérito. Manteniendo en el millonario la ilusión de la paternidad, podía seguir explotándolo. Así se lo había aconsejado su amante. Pero ella era una buena muchacha y no quería mentir cuando llegaba la hora de las explicaciones.

Hablaba con la cabeza baja, evitando mirar á su mujer, sentada enfrente. Varias veces sus ojos se habían encontrado con los de Cristina, fijos en él con una expresión desconocida. Esta caricia muda que tenía algo de súplica, le causaba por su novedad cierta molestia. Después de comer, el millonario se entró en su despacho.

El millonario movió tristemente la cabeza. ¡La familia! ¡Su mujer! También esta retirada era imposible por culpa de aquella mala hembra.

Llevando tras de ella al célebre Lionel, como si lo raptase, se marchó á San Francisco para visitar á su tutor. Le presento á mi futuro esposo. Me caso esta misma semana con «El rey de las praderas». El millonario abrió la boca á impulsos de la sorpresa, mostrando todo el oro y el marfil de su interior.

Eso de «cursi» podrá aplicarse al que sueñe con el jesuíta temible, en Londres ó en Berlín: pero aquí ¡vaya con la cursilería! ¡y no puedes moverte sin tropezar con ellos!... ; aquí dominan mucho dijo el millonario con gravedad.

Habían instalado su dicha en el hotel de los Delfour, suntuoso edificio elevado por el primer millonario de la familia junto al parque Monceau, entre las viviendas de sus compañeros de riqueza y con la fachada posterior sobre el mismo jardín.

El millonario quiso hacer algo por ellos; pero apenas intentó distribuir unas botellas de vino, unos panes, lo primero que encontró á mano, se interpuso un médico, apostrofándole como si cometiese un delito. Sus regalos podían resultar fatales.

Palabra del Dia

bagani

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