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Actualizado: 30 de abril de 2025


El millonario durmió mal esta segunda noche en su cama aparatosa de columnas y penachos que había pertenecido á Enrique IV, según declaración de los vendedores. Ya no era continuo el tránsito de tropas.

No llegaba dinero de allá, y los Bancos de París, con las cajas cerradas por el moratorium, facilitaban secretamente dinero á un millonario como el príncipe, pero no tanto como exigían sus necesidades.

Muchas veces, antes de hablar, salía al encuentro de su pensamiento, lo adivinaba, cumpliendo las órdenes que el millonario aún no había formulado. Además, el ingeniero tenía sus ideas propias, y las comunicaba con una discreción tan suave, que el principal acababa por creerlas suyas. Cuando Sánchez Morueta le tomó bajo su protección acababa de fundar los altos hornos.

Todos hemos prosperado, Luis. A me rodea la felicidad: pero es por fuera: en todo lo que se ve.... Ahora, por dentro... por dentro cada uno sabe lo que lleva. Fué una «comida íntima» la que dió Sánchez Morueta por ser sus días. No estaban en el comedor otras señoras que la esposa del millonario y su hija.

Indudablemente, se marchaban las de Lizamendi, aprovechando la ausencia de Aresti y querían despedirse de las señoras. Al quedar solos los dos hombres, el medicó se aproximo á su primo. Les dejarían solos muy poco tiempo y deseaba enterarse de la verdadera situación del millonario. ¿Cómo vivía en su casa? ¿Era feliz?... Sánchez Morueta sólo supo hablar de su mujer.

Era asombroso este cambio de conducta; pero también lo era que el señor Cuadros, que antes medía telas en su tienda sin ambición alguna, tuviera ahora carruaje y todo el empaque pretencioso de un aspirante a millonario. Ven conmigo, Andresito. Vamos a dar un paseo. añadió la mamá , acompaña a Amparito. Reúnete con la gente joven.... ¡Qué diablo! A tu edad....

Sabedor de los enredos de la testamentaría de Vargas, y del profundo cisma de ambas familias, solía él decir con maligna intención, en el seno de la confianza, que quién sabe cuál de los dos, si el millonario don Bernardino o Agapo el atorrante, mantenía más honrado el apellido. A casa de los Esteven iba contadas veces.

Ella le reconoció a la primera ojeada, por haberle visto el día de la boda. Sabía que era abuelo de su hijo, padre de Germana y millonario a expensas de don Diego. Una mujer como la señora Chermidy no olvida nunca la cara de un hombre a quien ha dado un millón. No le hubiera sabido mal conocerle de cerca, pero nunca hubiera dado un paso por hacerlo. El duque le ahorró el camino.

Sánchez Morueta que leía un periódico sin notar la presencia de su mujer, acabó por levantar la cabeza. ¿Qué te parezco, Pepe? dijo ella con una sonrisa que contrastaba con el temblor de su voz. El millonario deslizó una rápida ojeada sobre su incitante esplendor de fruto maduro. No estás mal y fijó de nuevo sus ojos en el periódico. Ahora voy á volver á la elegancia.

Los hombres que han entrado tarde en la vida encuentran reservas extraordinarias para sus últimos años. Disponía de poco dinero efectivo, por muy millonario que fuese. El primer semestre de sus rentas debía vencer el 22 de julio; mientras tanto, era preciso vivir de los 20.000 francos de la canastilla.

Palabra del Dia

bagani

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