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Actualizado: 27 de junio de 2025


Allí, lo mismo que en otros parajes de la Península, miles de humanos seres, olvidados de las agitaciones y mezquinos intereses de esta vida, estaban como nosotros en expectación del fenómeno celeste; unos llevados de amor á la ciencia, otros de culto á lo maravilloso, quienes del miedo, quienes de mera curiosidad.

Pero estaban allí más de veinte personas, y se vió en la dolorosa necesidad de contestar al ayudante, aunque en el tono menos agresivo posible: Bueno... si usted cree que merece la pena... ¡Pues no ha de merecer! Suponer que usted no está a nuestro lado sino por móviles mezquinos bastardos es insultarle... A vej, don Feliciano. ¿Quiere usted escuchaj una palabra?

También deseaba vengarse de los sarcasmos y murmuraciones con que le había molestado este último en muchas ocasiones. El grave Momaren, que parecía incapaz de mezclarse en asuntos mezquinos, mostraba una malignidad extraordinaria al hablar del famoso senador.

Era el corazón de Beatriz, a pesar de su orgullo aristocrático y de sus vanidades mundanal, demasiado noble, demasiado generoso, para mostrarse insensible a la actitud firme, magnánima, heroica del artista enfrente de la muerte; y en su admiración, mezclada de profunda, lástima y quizás de sentimientos más tiernos todavía, ella no recordaba sino para sonrojarse los mezquinos reproches que allá en su fuero interno había alimentado contra su marido; admirábase de haberlo hasta tal punto desconocido, de haber tan injustamente cerrado los ojos ante las luminosas cualidades del hombre y del artista para fijarse sólo en algunas miserables imperfecciones de detalle.

Su hermano «el sabio» daba conferencias acerca de los pueblos que debía anexionarse el Imperio victorioso, tronando contra los malos patriotas que se mostraban débiles y mezquinos en sus pretensiones. Los tres hermanos restantes figuraban en el ejército: á uno de ellos lo habían condecorado en Lorena.

Los galicistas del siglo XVIII, tan ignorantes como mezquinos, se atrevieron solos á calificar en general la poesía española de este siglo de que hablamos, de poesía de mal gusto, distinguiendo sólo, en toda la literatura del mismo, alguna que otra producción rara y fenomenal, y no de mucha importancia.

Pero ¿cómo ni por qué contrarrestar los impulsos vitales con que la naturaleza nos advierte que por encima de nuestros mezquinos intereses están los suyos, que esas convenciones que llamamos sagradas son cosas para ella absolutamente despreciables?

Mientras tuviese la Iglesia incrédulos que amordazar, fueros que defender o privilegios que exigir, la vida contemplativa se le antojaba propia de espíritus mezquinos. A las lecturas místicas, que arroban la imaginación, prefería esas leyendas de audaces misioneros que son los caballeros andantes de la fe.

En algo parecido á esto debió de pensar después de la última escupitina con que le espabilaron las sirenas de las Cuatro Calles, porque, apenas llegó á su casa, hizo su pequeño lío, atravesó el garrote de acebo por entre los picos anudados del pañuelo que le formaba, dejóle así sobre una silla de su cuarto, y se dirigió al de su amigo, á quien endilgó un discursillo que, reducido á otras frases menos desaliñadas, venía á decir lo siguiente: «Bajo dos aspectos me interesaba la corte, vista desde el rincón de mi cocina: como centro en que se elaboraba esa política en que tan ciegamente creía, y como patria común á todos los hombres amantes de la libertad social y enemigos de los mezquinos chismes de corrillo.

El instinto de la vida me excitaba de vez en cuando a respirar otro ambiente, a contemplar otra luz y a renovar el espíritu en otros horizontes más saludables que aquéllos; y paseando la vista por los mezquinos términos de aquel recinto fúnebre, acababa siempre por detenerla en la cara de Lituca, en la que cuanto más se grababan los surcos de sus lágrimas, más de relieve ponían la frescura de su juventud.

Palabra del Dia

rigoleto

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