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Actualizado: 25 de mayo de 2025
Había en sus afirmaciones exaltación inquebrantable, fe inmensa, contagiosa; ¡demonio de muchacho!... Y Sevestre, bonachón, se dejó convencer, y Enrique Thomas «debutó». Su viril hermosura interesó á las mujeres; sus ojos, ardientes, emocionaron; su voz, metálica, admirablemente templada, como la de Talma, para orquestar la furiosa sinfonía de las pasiones, hizo vibrar las almas.
El estudiantillo avispado dijo: Murmullos de aprobación. Y a todo esto, Belarmino sin entrar en situación, ausente en remotos limbos del pensamiento. Una voz metálica, ronquecina, nasal, gangosa, de beodo o de fonógrafo, rompió a decir: «Está el que come ante el Diccionario, en el tole tole, hasta el tas, tas, tas.»
Cerca de la proa se produjo una columna de humo, de gases en expansión, de vapores amarillentos y fulminantes, subiendo por su centro en forma de abanico un chorro de objetos negros, maderas rotas, pedazos de plancha metálica, cuerdas inflamadas que se disolvían en ceniza. Ulises ya no dudó. Acababan de recibir un torpedazo. Su mirada ansiosa se esparcía sobre las aguas.
Porque si usted es chalán también yo soy chalana. Jacinta discurría ya cómo se las compondría para juntar los mil duros, que al principio le parecieron suma muy grande, después pequeña, y así estuvo un rato apreciando con diversos criterios de cantidad la cifra. «Que no rebajo ni tanto así. Lo mismo me da monea metálica que pápiros del Banco. Pero ojo al guarismo, que no rebajo na».
Esperando la llegada de la gente, me senté en una silla metálica de las que dividen el paseo, y me puse a contemplar con ojos distraídos el juego de los chicos. Detrás de mí estaban sentadas dos niñas de once a doce años de edad, cuyos perfiles lo único que veía de ellas eran de una corrección y pureza encantadoras.
Los fenómenos de reaccion y de calor febril son nulos, lo cual constituye un estado nervioso constante y fundamental mucho mas pronunciado en el nitrato que en la plata metálica.
Hubiérase dicho que la ciudad se hacía toda armoniosa, metálica, vibrante, y resonaba como un solo bronce, en el transporte de su plegaria. Doña Guiomar, dejándose caer de hinojos, entonó en alta voz las palabras del Angelus. Todos, imitando su movimiento, se dispusieron a responder. El escudero balbuceó las avemarías alzando el rostro y juntando las palmas como los niños.
El morisco cruzó los brazos, y Aixa recostose como una hija sobre su pecho. En ese instante una metálica vibración llegó de la ciudad. Luego la campana de Santiago resonó a corta distancia. Otras, más lejanas, respondieron. La catedral dejaba caer sus campanadas bajas y solemnes, y, en seguida, todas las iglesias a la vez, en alucinador concierto, tocaban las oraciones.
Colocóse en cierta ocasión en la puerta de un templo una mesa con la indispensable bandeja para que los fieles oblasen limosnas. Llegó su excelencia y el virrey echó un par de peluconas, y los oidores, y damas, y cabildantes, y gente de alto coturno hicieron resonar la metálica bandeja con una onza o un escudo por lo menos. Tal era la costumbre o la moda.
Al levantar los ojos, pudo ver las sombras fugaces que proyectaba en su evolución circular toda una escuadrilla de máquinas voladoras. Sintió un agudo latigazo en una muñeca y luego otro igual en la muñeca opuesta. A continuación, una especie de lombriz metálica, fría y cortante, se arrolló á su cuello.
Palabra del Dia
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