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Actualizado: 25 de junio de 2025
Al entrar en el salón la Regenta, De Pas interrumpió una frase pausada y elegante, porque no pudo menos, y se inclinó saludando sin gran confianza. Detrás de Ana apareció Mesía, que traía la mejilla izquierda algo encendida y se atusaba el rubio y sedoso bigote. Venía mirando al frente, como quien ve lo que va pensando y no lo que tiene delante.
Perla, con la viveza caprichosa que la caracterizaba, se dirigió hacia él, y tomándole una de las manos entre las suyas, apoyó en ella su mejilla: caricia tan tierna, y á la vez tan natural, que Ester, al contemplarla, se dijo para sus adentros: "¿Es esa mi Perla?"
El padre le dio, con su ancha diestra, una palmadita en la mejilla. Hablas como un libro... por vida de la Const.... ¿conque, según eso, voy a darle un buen rato al señor de Miranda? ¡Ay, padre! El asunto merece pensarse: ¡hágame usted el favor de pensarlo por mí! ¿Qué entiendo yo de bodas, ni de?... Pues mira, ya eres grandullona.... Eres demasiado simplota tú.
A la derecha del patio se divisa una pequeña habitación; agrupados allí los viajeros al lado de sus equipajes, piensan el último momento de su estancia en la población: media hora falta sólo: una niña, ¡qué joven, qué interesante! apoyada la mejilla en la mano, parece exhalar la vida por los ojos cuajados en lágrimas: a su lado el objeto de sus miradas procura consolarla, oprimiendo acaso por última vez su lindo pie, su trémula mano...
Junto a ella se hallaba su marido, un alto bohemio, vestido de levita, con una mejilla hinchada a causa del dolor de muelas, que la acompañaba con la guitarra.
Elena, arrodillada al lado de la cama, rezaba silenciosamente con un amoroso ardor de pena y de fe que la transfiguraba. Yo la envidiaba muy de veras... Elena... hija mía... La joven se levantó y acercó la mejilla a aquellos labios moribundos, que la besaron. Después, el enfermo, dijo con voz débil: Oigo como un ruido de campanas... ¿Será que sueño?
Le auxilió, solícita, con no pocos remedios: una cataplasma, en la mejilla, de estiércol seco y pulverizado; una infusión muy fuerte de aguardiente y huesos de escorpión; un pedazo de la piedra en que estaban escritos los diez mandamientos, y que Moisés rompió en su cólera. El estiércol aplacó un poco el dolor de Ben-Tovit, pero por breve tiempo.
Esta a su vez sintió que renacía la chiquilla callejera de antaño, y bajándose prontamente, alzó del suelo una botita y estampó el tacón de plano en la inflamada mejilla que vio próxima a las suyas: y con tanto brío menudeó los golpes, que a uno que le alcanzó entre los ojos, el bárbaro galán hubo de exhalar imprecaciones sofocadas, retrocediendo y dejando el campo libre.
Así, cuando el politicastro aquel le obsequió con tal andanada de perrerías, de una patada abrió la puerta, y estoy por creer que un buen boquete en ella, y puso verde y de todos colores al infeliz, alcanzándole una caricia de la mano en la mejilla. No se lo comió allí mismo, porque no tenía hambre, sino mucha rabia. Entretanto, no cobraba de él, ni cobraría nunca, por las trazas.
Gruesa, morena, de facciones abultadas y con un extenso lunar de pelos largos, cerdosos, en la mejilla derecha, cerca de la boca. Vivía sola con una sobrina a quien dejaba cerrada en casa mientras acudía invariablemente todas las noches a tomar un vaso de grosella y a leer la cuarta plana de La Correspondencia.
Palabra del Dia
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