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Actualizado: 25 de octubre de 2025
Después, acercándose más á su amante y empinándose sobre la punta de los pies, le dió un beso claro y sonoro en la mejilla. Pedro la estrechó contra su corazón. Era la primera caricia que se hacían desde que salieron de casa. Poco trecho necesitaron andar para colocarse sobre el mismo corte de la Peña.
Y besó en la mejilla a la mayor de las dos hermanas, Margarita, que fijaba en ella sus ojazos de color de cielo, sonriendo con la inocencia con que sonríe un niño a los varios juegos de luz que forma el reflejo sobre las brillantes escamas de una serpiente.
Si creía notar que se estremecía con escalofríos, apretaba sí dulcemente, liándose a él para comunicarle todo el calor posible. Cuando él gemía o respiraba muy fuerte, le arrullaba dándole suaves palmadas en la espalda, y por no apartar sus manos de aquella obligación, siempre que quería saber si sudaba o no, acercaba su nariz o su mejilla a la frente de él.
Miguel fue muy gustoso a besarla en la mejilla, pero en aquel instante la dama sacó la cabeza por la ventanilla para ver los edificios de la Puerta del Sol, mientras le tendía su mano enguantada. El niño, obedeciendo a un signo de su padre, la tomó entre las suyas y la besó.
Hullin guardó silencio unos instantes; el temblor de sus labios, una lágrima que rodaba lentamente por su mejilla, toda su actitud revelaba los escrúpulos que sentía aquel hombre honrado frente a una de esas situaciones en que la conciencia pierde la fe en sí misma y busca nuevos apoyos.
Aún siento su mano sobre mi rostro; aún abrasa mi mejilla. El que ha sido villano con una mujer, debía ser infame con su padre. De ese hombre quiero que me venguéis. Pues bien, ayudadme. Os ayudaré; pero para que os ayude es necesario que me salvéis. Sí, sí, os salvaré. Pero de un peligro inmediato. ¿Cuál? ¿No os dije que el tío Manolillo había matado á puñaladas al sargento mayor...? Sí.
Esta voz le hizo estremecer: levantó la cabeza, sonrió amargamente y pasando sus brazos alrededor del cuello de la joven mulata, la estrechó contra sí; su boca rozaba su mejilla, cuando sus labios encontraron la fatal cicatriz. ¡Infierno! ¡maldición sobre mí! exclamó con violencia . ¡Maldita vieja, bruja infernal! ¿quién habrá dicho...?
La Princesa, entonces, y vosotras con la Princesa, os mostrareis al punto, y cada una dará un tierno beso en la mejilla izquierda al objeto de su amor.
Eran enseñanzas oídas a graves varones que habían pasado meses enteros tras un ribazo o al abrigo de un tronco, con la culata junto a la mejilla y el ojo en el extremo del cañón, desde la puesta del sol hasta la aurora, aguardando a un antiguo amigo. No; al Capellanet no le gustaba esta puerta con su escalera al aire libre.
Sí, sí; tú tienes que perdonarme, exclamó Ester arrojándose junto á él sobre las hojas del suelo. ¡Castígueme Dios, pero tú tienes que perdonarme! Y con un rápido y desesperado arranque de ternura le rodeó el cuello con los brazos y le estrechó la cabeza contra su seno, sin cuidarse de si la mejilla del ministro reposaba sobre la letra escarlata.
Palabra del Dia
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