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El señor subprefecto, despechugado como un bohemio, estaba echado boca abajo sobre la hierba. Habíase quitado la casaca, y mascando flores, el señor subprefecto componía versos. Al despertarme el domingo último e incorporarme en el lecho, creí, por un instante, que estaba en la calle del Faubourg-Montmartre. Llovía; el cielo estaba gris; el molino triste.

-Al paso que llevamos -respondió Sancho-, antes que vuestra merced se muera estaré yo mascando barro, y entonces podrá ser que esté tan mudo que no hable palabra hasta la fin del mundo, o, por lo menos, hasta el día del Juicio.

Las señoras, mascando el último caramelo y viendo terminado por aquel día el desfile de hombres ilustres, abandonaban las tribunas. Abajo las aguardaba el coche para dar un paseo por la Castellana. Aquella extranjera de la tribuna diplomática también se movía para irse. Pero no; daba la mano a su acompañante, le despedía y se quedaba, moviendo aquel abanico que con su revoloteo turbaba a Rafael.

Paseó largo rato por el vestíbulo, mascando rabiosamente su cigarro, hasta que se decidió á abordar al portero, cabeza morena y astuta que asomaba al borde de su pupitre, sobre unas solapas azules con llaves de oro bordadas, viéndolo todo, enterándose de todo, mientras parecía dormir. La aproximación de Ulises le hizo levantarse de un salto, lo mismo que si oyese el revoloteo de un papel-moneda.

Fortunata tenía la boca extraordinariamente amarga, cual si estuviera mascando palitos de quina. Al entrar en la parroquia sintió horrible miedo. Figurábase que su enemigo estaba escondido tras un pilar. Si sentía pasos, creía que eran los de él. La ceremonia verificose en la sacristía, y duró poco tiempo.

Todas esas casas, cuajadas de marineros ebrios, soeces, tambaleándose. Aquí, un hotel; entro y a los pocos instantes salgo a la calle asfixiado. Adelante; he ahí el mejor de Colón. Entro en el bar-room que ocupa toda la sala baja; hay dos billares donde juegan marineros en mangas de camisa y mascando tabaco.

En medio de las calamidades que cayeron entonces sobre la casa, fui la única que conservó toda su sangre fría. Marta, aniquilada, se abismó en su dolor y mamá ¡la pobre y querida mamá! había permanecido durante tantos años sentada cómodamente y en paz al lado de la estufa tejiendo medias y mascando frutas azucaradas, que no quería ni podía concebir que aquella existencia cambiara.

Nicolás hablaba por los codos. «Mejor es que no tomes nada, si no tienes gana le dijo Maxi, que entró mascando el postre y con un higo pasado en la mano . Por si acaso, no bajaré esta noche a la botica, y te acompañaré». La peor de las medicinas era esta, pues gustaba la joven de estar sola, entretenida con sus pensamientos.

Cajas Imperio con la Recamier o Josefina tendidas en un sofá; cofres forrados de seda con pastorcitos de Wateau, verdaderas maletas de terciopelo flordelisado... Y las pobrecitas, ¡tan amables! con el gusto de exhibir los regalos de sus relaciones, hacen todas las tardes su ronda en el lado distinguido de la cubierta, y la gente pasa el viaje mascando caramelos y chocolates con crema.

Notó Julián que el marqués, a diferencia de algunas horas antes, parecía malhumorado e impaciente. Recelaba el capellán interrogarle. Determinóse al fin. ¿Y... dará tiempo a que llegue el médico? ¿Que si da tiempo? respondió el señorito embaulando y mascando con colérica avidez . ¡Como no lo de más!