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Actualizado: 4 de junio de 2025
Rafael estaba en el balcón, junto a Leonora, con la mirada perdida en la obscuridad, arrullado por la música de aquella voz, que con marcado interés le hacía preguntas sobre el desesperado viaje por el río. La finura de aquella capa que le envolvía, dábale la sensación de una epidermis satinada y tibia.
Intenta uno una tímida resistencia, y le observan: «¿Cómo? ¿Y usted es el que pretende ser un buen muchacho?...» Es inútil que uno proteste: «¡Pero si yo no soy un buen muchacho!»... Tiene que serlo a la fuerza, porque así lo han medido y lo han marcado... ¡Y un hombre de ese temple es el que quiere meterse ahora en historias de mujeres! ¡Las mujeres, que siempre están pensando en alguna cosa diabólica, y que, para que puedan querer bien, tienen que ser tratadas como animales, engañadas, abandonadas por el que ellas adoran!...
Nadie hubiera podido criticar sus salones por lo chillón y lo dorado de los adornos, pero hubiera habido en ellos algo de trivial y sin carácter propio, si la mencionada dama, o por reflexión o por instinto, no hubiera acudido a ponerles un sello de originalidad peregrina, un tinte marcado de distinción semi-aristocrática, semi-americana.
Era Julia que había entrado de puntillas sin ser notada. ¡Al fin has caído en mis manos! ¡Abajo los peluqueros! ¡Y tú en las mías! ¡Arriba las niñas sevillanas! dijo Miguel sujetándola para darla un beso. ¿De dónde sacas tú, fatigoso, que yo soy de Sevilla? repuso Julita con marcado acento andaluz, y comiéndose más de la mitad de las letras.
Aquí tiene usted estos glóbulos que tomará usted cada tres horas: tres del frasco marcado A. y cuatro del marcado B., alternativamente. Hoy es lunes; el viernes próximo vendrá usted a verme, ya curado. Pagué su modesto honorario, y bajé la escalera rápidamente, como si volara en alas de la esperanza. La tarde estaba tibia y perfumada, y la puesta del sol parecía un incendio en los montes lejanos.
D. Joaquín hizo venir, de Inglaterra, de Holanda y de Suiza, vacas de leche de las mejores castas, y pronto tuvo butiro fresco en abundancia y crema deliciosa. Harto notarán los que lean con atención este relato, que el más marcado rasgo del carácter de Rafaela era su propensión invencible a ser didáctica.
A esta angustia de las entrañas se agregaba la zozobra del ánimo, la honrosa inquietud de verse marcado por la sospecha, tan sólo, del Santo Oficio, o de atraer el castigo del poder sobrehumano del Rey. Y entretanto parecía que el mismo viento murmurase calumnias y que la delación se agazapara bajo el lecho en que se dormía, entre los pliegues de las antepuertas, en el rincón de los oratorios.
Al expirar el plazo marcado a su impaciencia, Felisa, acompañada de Lorenza, salió a recibir a Manuel hasta legua y media más allá del pueblo, esperándole nerviosa y desasosegada, al caer la tarde, en un recodo del camino.
Es inútil cuanto hablemos: mi destino está marcado para siempre al lado del otro. Desnoyers volvió á entregarse al desaliento, adivinando la ineficacia de ruegos y protestas. ¡Ah, cómo le amas!... ¡Cómo me engañaste! Ella, como suprema explicación, volvió á repetir lo dicho al principio de la entrevista. Amaba á Julio... y amaba á su marido. Eran amores distintos.
Señor duque, yo no tengo culpa respondía Biggs con marcado acento inglés . He recibido instrucciones. Las instrucciones son dadas según los consejos de un zorro viejo que hay en Madrid. ¡Oh, duque! exclamó Biggs riendo, no hay sorro vieco, no. Y la discusión continuó sin que el banquero español pudiese obtener nada del inglés, pero dejándole bastante preocupado.
Palabra del Dia
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