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Actualizado: 25 de junio de 2025
Si el movimiento de las gentes que circulan en la calle es curioso en un sentido, el de las que hormiguean bajo las arcadas y visitan las tiendas no es ménos entretenido Allí se codean: el indolente y espiritual frances, haciendo comentarios que revelan su eterno buen humor; el inglés vestido como un dandy, grave, tieso, altivo, maravillado de todo lo que ve, pero muy reservado en sus manifestaciones el aleman de las ciudades, locuaz hasta el prodigio, armado de su enorme pipa de porcelana y tubo de madera por donde arroja torrentes de humo, descuidado, brusco y casi primitivo en sus maneras, pero bondadoso y amable hasta hacerse perdonar sus toscos modales; la bernesa elegante, de rubia y hermosa cabellera, pero de fisonomía poco expresiva y belleza muy dudosa; en fin, el negociante activo, negligente en el vestir y preocupado solo con sus compras ó ventas.
Preguntónos que cuál parte desta sierra era la más áspera y escondida; dijímosle que era esta donde ahora estamos; y es ansí la verdad, porque si entráis media legua más adentro, quizá no acertaréis a salir; y estoy maravillado de cómo habéis podido llegar aquí, porque no hay camino ni senda que a este lugar encamine.
Notó bien don Quijote la atención con que el caminante le miraba, y leyóle en la suspensión su deseo; y, como era tan cortés y tan amigo de dar gusto a todos, antes que le preguntase nada, le salió al camino, diciéndole: -Esta figura que vuesa merced en mí ha visto, por ser tan nueva y tan fuera de las que comúnmente se usan, no me maravillaría yo de que le hubiese maravillado; pero dejará vuesa merced de estarlo cuando le diga, como le digo, que soy caballero
Sacó la cartera y le pagó, presentando los billetes con arrogancia; calóse las gafas el otro, maravillado de tal espectáculo y metió las narices en ellos, menos por causa de su miopía, que por regalarse el olfato con su dudoso perfume, que al usurero debe trascender a gloria; y como quiera que don Raimundo, poco acostumbrado a la puntualidad de sus clientes, iba preparado a decir cuatro palabras agrias, los oídos rellenos de algodón para hacerse el sordo a las lamentaciones del deudor moroso, quedóse desarmado al ver los billetes en su mano, y sonrió, más de gozo íntimo, que por parecer amable.
Ayudaron no poco á la conversión de esta gente los indios Zibacas, cuyo cacique, dijo en alabanza de la ley cristiana, tales cosas, que sin duda le dictaba las palabras el Espíritu Santo, á quien tenía en el corazón, que el mismo P. Caballero quedó no poco maravillado; y no hacían nada menos sus vasallos, los cuales, no pudiendo detenerse más tiempo por causa de sus labores, se fueron con gran dolor á despedir del V. Padre, quien describiendo esta despedida, habla de esta manera: «Con cuántas lágrimas y suspiros se despidiesen, no puedo expresarlo bastantemente; no sabían apartarse de mí, y yo no sentía menos su partida; procuré consolarlos, diciendo que el año siguiente, queriendo Dios, volvería y les enseñaría más despacio su santa ley.»
4 El cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos de este presente siglo malo, conforme a la voluntad del Dios y Padre nuestro, 5 al cual es la gloria por los siglos de los siglos. Amén. 6 Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis traspasado del que os llamó en la gracia de Cristo, a otro evangelio;
Varias veces examinó el general a Pepito; en más de una ocasión le hizo preguntas, al parecer inocentes, en realidad encaminadas a ver el cauce por donde iban sus inclinaciones; y siempre quedó, aparte pasión de abuelo, que es padre doble, maravillado del instinto con que se asimilaba cuanto trascendiese a hombría de bien y sentimiento de justicia.
Aquel viejo oráculo, que pretendía conocer la ley, declaró que ningún médico podía ser constable, que ese hecho le había sido transmitido por su padre. Y usted es médico, me parece, aunque no sea usted más que médico veterinario; porque una mosca es una mosca, aun cuando sea un tábano dijo para terminar el señor Macey, algo maravillado por su sagacidad.
Con cuánto regocijo trepaba yo por esas laderas, donde tan lindos vegetales se engalanaban, con sus joyeles, ó recorria los prados sin saber á que sitio dar la preferencia, pues que cada uno de ellos me ofrecia un encanto que le era particular, un tipo diferente. Confieso que nunca me habia sentido tan maravillado en presencia de las bellezas de ese suelo, cubierto por un dosel tan espléndido.
21 Y el varón estaba maravillado de ella, callando, para saber si el SE
Palabra del Dia
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