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Habían dejado los franceses en Montoro un destacamento de setenta hombres para custodiar un molino donde fabricaban con dificultad harina malísima.

La travesía de un navío a otro fue malísima; mas, al fin, aunque hubo momentos en que a me parecía que la embarcación iba a desaparecer para siempre, llegamos al costado del Rayo, y con muchísimo trabajo subimos la escala.

Aquello produjo a Pepe malísima impresión, pero aún le desagradó más ver demostrada la intervención del cura. La cosa estaba ya fuera de duda: tras intentar apoderarse del ánimo de la madre, comenzaba por distintos medios a explorar el de la hija para los mismos fines. ¿Cuáles serían sus propósitos ulteriores? Motivos de conveniencia personal, al parecer ninguno.

Creía encontrar una entrada inmunda y vecindad malísima, y era todo lo contrario. La vecindad no podía ser más respetable: en el bajo una tienda de objetos de bronce para el culto eclesiástico; en el entresuelo un gran almacén de paños de Béjar, con placa de cobre en la mampara; en el principal, la redacción de un periódico religioso.

Preguntada por el presidente, D.ª Josefa declaró que Obdulia hacía tiempo que perseguía a su amo y le molestaba proponiéndole la escapatoria al convento. Que el excusador había tratado en vano de disuadirla; sus esfuerzos habían sido vanos. Estaba tan resuelta a marcharse, que se hubiera ido sola si él se negaba a acompañarla. En vista de eso, su amo, aunque de malísima gana, había cedido.

Ledesma salió asombrado, comprendiendo la razón de la malísima cara que tenía el duque. Poco después, en vista de las minutas que se estaban extendiendo, se daba por segura en las secretarías de Estado la caída del ministro universal duque de Lerma. Lerma entre tanto, encerrado de nuevo, buscaba en vano el resorte del secreter que cubría el pasadizo por donde había desaparecido el bufón.

A todo trance había de ser él quien desafiara al Duque primero, y ponía en prensa su no muy repleto cerebro, para buscar argumentos que lo hiciesen natural y lógico. Sólo después de larga discusión y quedando en que, si Gonzalo sucumbía o salía herido, él retaría al Duque, se dejó persuadir de malísima gana.

Ya zabe uzté cómo ha de decirle a zu monjita que ha comió japuta añadió. Confieso que el sacar a cuento a mi novia me hizo malísima impresión. Me contenté con sonreír levemente y traté en seguida de cambiar de tema. Pero él insistió al cabo de un momento: ¿Y cuándo se caza uzté, compare?... Ezo huele ya a puchero de enfermo. No cuándo me casaré ni si me casaré respondí, bastante secamente.

Y citaba, como prueba al canto, el presupuesto que su amigo ilustre el doctor Eneene componía: rebaja de sueldo a todos los empleados de inferior categoría, porque para lo que hacen bien pagados están con cuatro cuartos; supresión de media docena de ordenanzas y de las pastas, que una malísima costumbre había dado de compañía al te de las tres de la tarde, en la oficina, y hasta quizá se hiciera cuestión de gabinete el suprimir también el te.

En una dellas estaba pintada de malísima mano el robo de Elena, cuando el atrevido huésped se la llevó a Menalao, y en otra estaba la historia de Dido y de Eneas, ella sobre una alta torre, como que hacía señas con una media sábana al fugitivo huésped, que por el mar, sobre una fragata o bergantín, se iba huyendo.