United States or Niue ? Vote for the TOP Country of the Week !


Lo último que debí perder eran los tímpanos... Porque todavía alcancé a escuchar la furibunda voz con que clamaba Nanela: ¡Tucker, el demonio de Tucker tiene la culpa! Por no fijarse en las coqueterías y devaneos de su mujer, el pobre Marcos Ruiz tenía fama de zonzo. Pero más zonza era ella, Currita, pues que, siendo en realidad una buena muchacha, hacía lo posible para no parecerlo.

Toledo estaba presente acompañando á su discípulo, y miró en torno de él con extrañeza, lo que dió lugar á que la orden se repitiese en un tono más imperioso. ¡El coronel era él!... Durante algún tiempo creyó don Marcos en un capricho de la princesa. El día que menos lo esperase le retiraría el coronelato.

Unas cuantas veces, al verse junto á la ruleta, le había pedido prestados «diez luises», necesidad imperiosa de jugador que acaba de quedar limpio y ansía desquitarse; pero, con más ó menos retraso, se los había devuelto siempre. Su vida tenía un fondo misterioso, según don Marcos. Los otros dos convidados le parecían de una existencia menos complicada.

Al día siguiente, Atilio, antes de marcharse al Casino, llamó aparte á don Marcos. Tal vez tuviese pronto un lance de honor: ¿podía contar con él para que le apadrinase? El coronel se irguió, frunciendo las cejas con un gesto grave. Llevaba varios años sin cumplir esta solemne función, para la cual parecía haber nacido.

Si Piorette no acude en su socorro, es posible. Los guerrilleros se habían aproximado al fuego. Marcos Divès se inclinó hacia los rescoldos para encender la pipa, y al levantarse dijo: Yo, Jerónimo, no te pregunto mas que una cosa; de antemano que la gente se ha batido bien donde mandabas...

Un monumento con un gallo en su cúspide, arrogante y victorioso, guardaba los restos de los combatientes muertos por Francia. Don Marcos aún estaba conmovido por sus propias palabras, dichas en medio de un profundo silencio ante la puerta de esta tumba común que iba á tragarse para siempre el cadáver de Martínez.

Hubo un instante de silencio; después, con voz fuerte, Hullin prosiguió: Colon: vas a tomar el mando de los que queden, a excepción de los que forman la escolta de Catalina Lefèvre, que se quedarán conmigo. Irás a reunirte con Piorette, en el valle del Blanru, pasando por Dos Ríos. ¿Y las municiones? preguntó Marcos Divès. Yo he traído mi furgón dijo Jerónimo ; Colon puede utilizarlo.

De vez en cuando, el grito del serrano que llama, ese grito prolongado que va de una cumbre a otra, «¡Eh!, ¡oh!, ¡eh!», se elevaba hasta el Falkenstein como un suspiro. Es Marcos decía Hullin ; es la voz de Marcos. , es Marcos, que nos recomienda que tengamos valor añadía Jerónimo.

En cambio se oyen músicas todas las noches en la bellísima plaza de San Márcos: de los muchos cafés que allí se encuentran, y de los cuales el de Florian es el mejor, sacan mesas y sillas á la plaza, que toda está perfectamente embaldosada.

Respecto de los trabajos, de la prudencia, de la bondad de corazón, de todas las virtudes de la anciana labradora, del patriotismo de Juan Claudio, del valor de Jerónimo y de los tres Materne, del desinterés del doctor Lorquin y de la abnegación de Marcos Divès, nadie decía nada: ¡estaban vencidos!