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Actualizado: 21 de junio de 2025


Reunidos están en el claustro mayor, reverendo padre, contestó el lego, que se hallaba en actitud humilde, cruzadas las manos sobre el pecho y fija en el suelo la vista. ¿Todos? Treinta y dos profesos y quince novicios. Fray Marcos, postrado por la fiebre, es el único que falta. Dice que.... No hace al caso lo que él diga. Enfermo ó no, importaba ante todo acatar mi mandato.

Don Marcos, que, abandonado por su discípulo, seguía á la princesa, recibió iguales recomendaciones. Debía evitar que la pobre señora perpetrase este sacrilegio mediterráneo. ¡Pero qué podía el infeliz coronel con aquella demente que pasaba semanas enteras sin hablarle, como si no le reconociese!...

Las advertencias de Jacobo no fueron recibidas como debieran... Marcos le intimó que no debía meterse en lo que no le importaba... Paco lo mandó sencillamente a paseo... Y Curra, esa admirable y bondadosa Curra, aunque escuchara sus palabras con gracia y simpatía, conocedora de sus admoniciones a su marido y su amigo, insinuoles que Jacobo hablaba de despecho. ¡

Observaciones varias, de J. Tieck, sobre el drama español en las Dramaturgischen Blättern, y en el prólogo á la Leben des Marcos de Obregón. Solger, Crítica de las lecciones de Schegel en sus Gessammelten Schriften: Leipzig, 1829. Val. Schmidt, Uebersicht und Anordnung von Calderon's Dramen, en el Anzeigeblat der Viener Jahrbüche de 1822.

Sobre una de ellas había un San Antonio muy viejo y carcomido, con un vestido flamante y una vara de flores de reciente hechura. Frente á esto, y en unos que fueron vistosos marcos de palo-santo, se veían ciertos dibujos chinescos, regalo que hizo al sexto Porreño su primo el príncipe de Antillano, que fué con los portugueses á la India.

Al día siguiente, después del almuerzo, se arrepintió, pero ya era tarde para encontrar al chófer que le había servido la tarde del duelo, y que don Marcos acababa de ascender al rango de «proveedor de Su Alteza». ¿Adónde ir, seguro de no tropezarse con las personas que ocupaban su recuerdo?... Cuando empezaba á caer la tarde se dirigió á las terrazas del Casino.

Hasta yo, á pesar de mis años, habría ido á la cruzada. ¡Los españoles entrando victoriosos en Jerusalén! ¿Qué me dice usted de esto?... Pero el oficial contestó con una sonrisa pálida. «... tal vezSe veía que no le importaban gran cosa la entrada en Jerusalén y el vacío sepulcro de Cristo. Don Marcos, algo ofendido con el héroe, se replegó en su mentalidad de hombre medioeval.

Sus mejores amigos habían llevado el cadáver hasta un muelle del Neva, colocando un revólver al lado para que la policía admitiese la hipótesis de un suicidio. No; don Marcos no gustaba de estas fiestas nocturnas. Las consideraba peligrosas.

Y el pobre don Marcos, lastimado por esta burla cruel, contestó dignamente: Me contento con lo que soy, señor de Castro. Sabía perfectamente lo que era: coronel, y no deseaba ser mas. Y en su pensamiento repitió varias veces que no deseaba ser más.

No le quedaba dinero ni para sus whiskys: tendrían que fiarle en el bar. Pero recordando de pronto que la de Delille era parienta de Lubimoff, añadió: Siento mucho ofenderla; pero juega como una imbécil. Y le volvió la espalda, para continuar su monólogo furibundo. Don Marcos pasó rápidamente sin ver al príncipe, abriéndose paso entre la masa de curiosos, con su autoridad de personaje decorativo.

Palabra del Dia

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