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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Complacido quedó el modesto artista al oir aquellos espontáneos elogios, y no menos al pensar que en la vida no todo eran rencores, luchas, crímenes y engaño, sino que podía ofrecer también momentos de legítima satisfacción.
Lo cierto es que entonces se escribieron en Persia lindísimos poemas descollando sobre todos el colosal de Firdusi, titulado Libro de los Reyes. En él renacen y viven idealmente las glorias del Irán y sus seculares luchas, en defensa y para difusión de la luz, contra los turaníes, propugnadores de las tinieblas.
Las luchas, las alegrías, los dolores de estos pobres diablos que nos movemos por la tierra, ¡qué valor tienen, qué significan ante la paz augusta de los cielos! Para ellos lo mismo pesa la caída de un imperio que la de una hoja, lo mismo suena el suspiro de una niña enamorada que el estertor de un moribundo. «La naturaleza es sorda dijo el gran Leopardi y no sabe compadecer.»
En las luchas de la corte, en lia inquietud de la cabaña, ha sabido defenderla con su pecho y con su ley, ha sabido defenderla vuestro rey, por la unión de sus hermanos y la gloria de su España. ¿La Vida?........ Es un drama, de más o menos actos, que puede ser comedia, aunque asi siéndolo no han de faltarle lágrimas; o puede ser tragedia, aunque asi siéndolo no han de faltarle risas.
Era en extremo triste observar en un sér tan tierno esta idea constante de un mundo adverso, y el fiero despliegue de energía que la preparaba para las luchas del mundo; y fácil es de suponer el dolor intenso que todo esto produciría en su madre, que hallaba en su mismo corazón la causa de aquel fenómeno.
El capitán de vida novelesca iba á quedar convertido en un propietario de casas, sin conocer otras luchas que las que sostuviese con sus inquilinos. Tal vez, por huir de una existencia vulgar, dedicase su fortuna á la navegación, único negocio que conocía bien.
En el alma de Perucho se verificaba una de esas encarnizadas luchas entre el deber y la pasión, cantadas por la musa dramática: el ángel malo y el bueno le tiraban cada uno de una oreja, y no sabía a cuál atender. ¡Tremendo conflicto!
»¡Oh, amigo! Yo debí nacer en España. Si yo hubiese nacido bajo este sol, habría sido guerrillero hoy y mendigo mañana, y fraile al amanecer y torero por la tarde, y majo y sacristán de conventos de monjas, abate y petimetre contrabandista y salteador de caminos... España es el país de la naturaleza desnuda, de las pasiones exageradas, de los sentimientos enérgicos, del bien y el mal sueltos y libres, de los privilegios que traen las luchas, de la guerra continua, del nunca descansar... Amo todas esas fortalezas que ha ido levantando la historia, para tener yo el placer de escalarlas; amo los caracteres tenaces y testarudos para contrariarlos; amo los peligros para acometerlos; amo lo imposible para reírme de la lógica, facilitándolo; amo todo lo que es inaccesible y abrupto en el orden moral, para vencerlo; amo las tempestades todas para lanzarme en ellas, impelido por la curiosidad de ver si salgo sano y salvo de sus mortíferos remolinos; gusto de que me digan «de aquí no pasarás», para contestar «pasaré».
El gaucho cantor es el mismo bardo, el vate, el trovador de la Edad Media, que se mueve en la misma escena, entre las luchas de las ciudades y del feudalismo de los campos, entre la vida que se va y la vida que se acerca.
Tiene que casarse á los treinta años, á los treinta años cumplidos, y si falta un dia, la madre no quiere. ¿Cuántas luchas, cuántos sinsabores, cuántas amarguras no esperan á esa pobre hija? ¡Treinta años! Ahora tiene quince ó diez y seis. Y ¿si ama ya?
Palabra del Dia
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