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Actualizado: 1 de junio de 2025
Yo te pondré en el cuello corales y encajes, y te meteré la cintura en sedas, y te calzaré los pies con chapines, y si ahora pareces un lucero, después parecerás un sol. ¿Es de veras? le pregunté olvidada ya del otro que iba en el bergantín, que había desaparecido por completo en alta mar. Tan de veras, que si estás aquí en este mismo sitio á la noche, vendré por ti. Estaré.
Este indio, ya hemos dicho, que es sabido, Astuto, muy sagaz y hechicero; En todas las naciones es tenido Por lumbre, por espejo y por lucero. A mis própios oidos yo le he oido Decir á este lenguaz y gran parlero: "El sol alumbra
Hablar siempre con rostro enojado, llamar a las cosas por su nombre, por crudo que fuese, decir una fresca al lucero del alba; tales eran las cualidades que habían logrado darle popularidad en los salones. Había quedado viuda bastante joven, con dos hijos, un varón que había seguido la carrera de marino y que a la sazón estaba navegando, y una hija a quien había casado hacía un año.
La corza se dejó besar por Clarita en un lucero blanco que tenía en la frente, y se comió cuatro bizcochos que ella misma le dió con su mano. Don Valentín se maravilló, simpatizó y hasta se enterneció con la mansedumbre de aquel lindo animalejo.
¡Ah, lucero de mi obscura noche! exclamó Quevedo ; creo que mi pensamiento me ha traído por tan buen camino, como que en él había de encontraros. No podíais pasar por otra parte. ¿Me esperábais? Con ansias del corazón. No digáis eso, si no queréis verme loco. Aunque mucho os amo, que bien lo sabéis, no por vuestro amor son mis ansias, que de él estoy segura, sino por ella.
5 Lucero de Madrid, Nuestra Señora de Atocha, de D. Pedro Francisco Lanini Sagredo. 6 La mejor flor de Sicilia, Santa Rosalía, de Don Agustín de Salazar. 7 Como noble y ofendido, de D. Antonio de la Cueva. 8 Endimión y Diana, de D. Melchor Fernández de León. 9 Será lo que Dios quisiere, de D. Pedro Francisco Lanini Sagredo. 10 El hijo de la molinera, de D. Francisco de Villegas.
PELAYO. No haré. Que ya me conoce el sueño. SANCHO. Yo saldré cuando del alba Pida albricias el lucero; Mas no me las pida a mí, Si me ha de quitar mi cielo. PELAYO. ¿Sabes qué pareceré Mientras estás allá dentro? Mula de doctor, que está Tascando a la puerta el freno. SANCHO. Llamemos. PELAYO. Apostaré Que está por el agujero De la llave Elvira atenta. SANCHO. Llego, y llamo. Sale NU
Pero al regresar a la fonda y encontrarme con Gloria recobré de pronto la alegría y no pude menos de decirme riendo: «¡En medio de todo, no deja de ser chistoso que esos desharrapados me compadezcan por haberme casado con este lucero de la mañana y tener dos millones más en el bolsillo!»
Lucero, que casi se había puesto de pie sobre los cuartos traseros, se humilló entonces hasta doblar mansamente las rodillas haciendo una reverencia. La turba de curiosos, que se había agrupado alrededor, rompió en estrepitosos aplausos. Mi padre dijo: ¡Bien por los mozos crudos y de arrestos!
Duerme mientras se despierte Del alba con el lucero El vigilante tropero Que repita tu cantar, Y que de bosque en laguna, En el repunte ó la hierra, Se alce por toda esta tierra Como un coro popular.
Palabra del Dia
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