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Actualizado: 1 de junio de 2025
No, señor; ni al lucero del alba que viniese con una torta en la mano. Pues por eso digo, que en cambio de mi voluntad que le he dado, me da Vd. un desprecio. Yo no desprecio á Vd. ¡Pero no me quiere dar oídos! Si no es hoy, mañana será; ó he de poder poco. Señor, exclamó azorada y ofendida Varmen. ¡Á carrera larga nadie escapa!, repuso el guarda, cogiendo su escopeta y alejándose.
Después amó Salomón con locura a Anahid, Lucero de la mañana, hija del Rey de Armenia. Se refiere que, repudiada ésta, hubo de volver a su patria, donde tuvo un hijo de Salomón, de quien procede el famoso Abagaro, a quien Cristo escribió una carta y envió su efigie. Después amó Salomón con no menor locura a Leliti, la Noche, princesa de Etiopía.
19 Tenemos también la palabra de los profetas más firme, a la cual hacéis bien de estar atentos como a una lámpara que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca, y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones. 20 Entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de particular interpretación;
Si por excesiva condescendencia, primero, y después por una distracción de usted, estuvo Nieves a punto de perecer, y usted la salvó con riesgo de la propia vida, ¿qué mil demonios le ha quedado a deber al señor don Alejandro ni al lucero del alba tampoco?
¿Que no son bonitos, lucero? Anda, vé y dí eso delante de testigos y te llevarán á la cárcel. Déjame besarlos, salero, ya que sin razón les has faltado...
Lucero de nuestra salvación al despedimiento que hizo Nuestro Señor Jesucristo de su Madre, pasos muy devotos y contemplativos estando en Betania. Por Ausias Izquierdo Zebrero; en Sevilla, por Fernando Maldonado, año de 1532.
Al cabo, aburrido de tanta perplejidad, resolvió dejarlo en la cuadra bien cerca de la puerta para poder tomarlo al instante cuando le pluguiese. Antes de salir le dió pienso. Lucero quedó maravillado de la enorme cantidad de cebada que le echó en el pesebre. ¡Este chico se va á arruinar! Con tanta cebada había para seis veces.
Mi caballo era ligero Como la luz del lucero Que corre al amanecer; Cuando al galope partia Al instante se veia En los espacios perder. Sus ojos eran estrellas, Sus patas unas centellas, Que daban chispas y luz: Cuanto su ojo divisaba En su carrera alcanzaba, Fuese tigre ó avestruz.
Un lucero, no más, lleva por guía; Por himno funeral silencio santo; Por sólo rumbo la región vacía Y la insondable soledad por manto. De allí desciende tu callada lumbre Y en argentinas gasas se despliega De la nevada sierra por la cumbre Y por los senos de la umbrosa vega.
Del mal humor pasó a la furia, y después de poner como ropa de pascuas a Petrilla, a la mujer de los parches, al cortador, al lucero del alba, al Preste Juan de las Indias, al rey David, miró a Romualda con dictatorial ceño. ¿Y tú qué haces ahí, holgazana? ¿En dónde está la media? El fenómeno respondió temblando que la media estaba abajo.... ¿pues dónde había de estar? Pues correndito por ella.
Palabra del Dia
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