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Actualizado: 25 de junio de 2025
Si ellos, criados con tajadas y vino de Toro, no pueden contener el empuje de los de Lorío, ¿cómo han de poder estos míseros aldeanos criados con castañas y borona y el suero de la leche? Lo mismo los del llano que vosotros los del monte todos conocemos el gusto de la borona y las castañas replicó Quino. No está bien, Nolo, que te burles de nosotros, pues allá todos te estimamos.
Pero ya la victoria estaba declarada por los de Entralgo. Los de Lorío y Condado corrían desbandados y seguidos de cerca por los primeros. Las mujeres, los niños y los hombres pacíficos se habían refugiado en el pórtico y en los alrededores de la iglesia. El campo de la romería estaba poco menos que desierto. Sembrados por él y aturdidos por los garrotazos yacían algunos guerreros.
Allí se cierra y sólo por una estrecha abertura se comunica con Sobrescobio y Caso. La juventud de las cuatro últimas rivalizaba desde tiempo inmemorial en gentileza y en ánimo. De un lado Entralgo y Villoria: del otro, Lorío y Condado.
La vieja había dado rápidamente la vuelta á la casa, vió lo que quiso ver y sonrió. ¡Maldita bruja que Dios confunda! ¡Un día la mato! ¡la descerrajo un tiro! exclamó el capitán pálido y paseando sus ojos airados por la habitación como si buscase el arma homicida. Flora se había puesto como una amapola. Al fin se partió para Lorío y D. Félix quedó solo y contra su costumbre un poco melancólico.
Mas ¿quién fué el bravo que brillaba en la batalla como un astro refulgente que hace empalidecer á los que fulguran á su lado? Celso, el animoso y magnánimo nieto de la tía Basilisa. Celso, anhelando tomar venganza, se lanzaba impetuosamente dando gritos horribles sobre los de Lorío. No consideraba que sus fuerzas estaban mermadas por los estacazos de la noche anterior.
Una vez así crucificado le soltaron el botón de los calzones, que cayeron á los pies, sirviéndole de grillos. Y riendo de la gracia y dirigiéndole groseros sarcasmos, siguieron hacia Lorío, dejándole en medio del camino en tal triste y bochornosa disposición. Era punto menos que imposible caminar de aquel modo.
Aquella aldeanita risueña, cariñosa, traviesa se le iba metiendo por el corazón adentro; le costaba cada vez más trabajo prescindir de ella. ¿Sería cierta la sospecha que la zagala había osado comunicar con su amiga orilla del río? Sí; era cierta. D. Félix, poco después de quedar viudo, había tenido por criada á una muchacha hija de unos arrendatarios de Lorío.
Pues así estaba Nolo en medio de aquellos mozos... Pero el palo restalla y se le quiebra en las manos... Ya está perdido... ¡Ahora si que le van á moler las costillas!... ¡Ca!... Más de prisa que te lo cuento da un salto adelante, arranca el palo á un mozo, vuelve á saltar atrás y empieza á sacudirlo como si fuese un junco del río. ¡Muchachos, en verdad os digo que era gloria el verlo!... Yo estoy en fe de que en toda la parroquia de Villoria no hay ahora ninguno capaz de ponerse delante de Toribión de Lorío más que él... y ¿por qué no hemos de ser francos? tampoco en la de Entralgo.
Tanto ruido y algazara fué causa de que no se advirtiese en un principio la llegada de la juventud de Lorío y Condado. Se presentaron en gran número, silenciosos, fatídicos. En vez de acercarse á la lumbrada y tomar parte en el regocijo se mantuvieron lejos, en la sombra, formando una espesa falange cuya cola ó retaguardia se perdía en el camino fuera ya de la plazuela.
El glorioso Bartolo aprovecha la confusión para acercarse á Nolo y le dice: Ya sé que esta noche en la peña de Sobeyana habéis zurrado la piel á esos cerdos de Lorío. Todos te lo agradecemos, Nolo. En este pueblo siempre tendrás guardadas las espaldas. Muchas gracias, Bartolo responde el héroe mientras en sus labios se dibuja una sonrisa altiva. Nada sé de eso que me dices.
Palabra del Dia
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