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Actualizado: 25 de junio de 2025
-No me dieron a mí lugar -respondió Sancho- a que mirase en tanto; porque, apenas puse mano a mi tizona, cuando me santiguaron los hombros con sus pinos, de manera que me quitaron la vista de los ojos y la fuerza de los pies, dando conmigo adonde ahora yago, y adonde no me da pena alguna el pensar si fue afrenta o no lo de los estacazos, como me la da el dolor de los golpes, que me han de quedar tan impresos en la memoria como en las espaldas.
Mas ¿quién fué el bravo que brillaba en la batalla como un astro refulgente que hace empalidecer á los que fulguran á su lado? Celso, el animoso y magnánimo nieto de la tía Basilisa. Celso, anhelando tomar venganza, se lanzaba impetuosamente dando gritos horribles sobre los de Lorío. No consideraba que sus fuerzas estaban mermadas por los estacazos de la noche anterior.
Las damas prorrumpieron en gritos, y la Princesa se desmayó. Pero no aplacado con esto el fiero Migajas, sino, por el contrario más rabioso, arremetió contra los insolentes, y, empezó á repartir estacazos á diestra y siniestra, rompiendo cabezas que era un primor. Oíanse alaridos, ternos, amenazas. Hasta los pericos graznaban, y las pajaritas movían sus colas de papel en señal de pánico.
Así que, sin vacilar, sacó la baqueta del fusil y aproximándose y empinándose cuanto pudo le aplicó un par de palos en las piernas con toda su fuerza. D. Lesmes reprimió un grito y se dejó caer al suelo. El capitán le atizó con igual rabia otros tres estacazos en las espaldas sin proferir una voz.
Uno de ellos se levantó y derrengado, sin palo y sin montera enderezó sus pasos trabajosamente hacia la iglesia. Era el famoso Toribión, el caudillo ilustre de Lorío. Bartolo lo vió y animado de un valor intrépido saltó sobre él como un león y de un par de estacazos le hizo de nuevo medir el suelo. Ya caíste entre mis uñas, Toribión exclamó con sonrisa diabólica.
He visto a cuatro alemanes que asían a Dubreuil, el gordo, amigo de los aliados; le han tendido en el banco de piedra que hay a la puerta de su casa, y uno de aquéllos, un hombre alto y delgado, le ha dado no sé cuántos estacazos en las costillas. ¡Je, je, je! ¡Cómo gritaría el muy bribón! Apuesto a que ha negado algo a sus excelentes amigos; por ejemplo, el vino que tiene del año once.
Palabra del Dia
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