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Los de Rivota se van á unir pronto á los de Lorío y vendrán sobre nosotros. Es menester que se encuentren solamente con los árboles para saciar su rabia. Y seguido de sus amigos se lanzó por el monte arriba. Largo rato se oyeron sus gritos de triunfo. El eco de las montañas los repitió hasta los confines del valle. Demetria.

Y esto sucedió entonces. Un mancebillo de Rivota saltó al cabo por encima de la hoguera y después de saltar gritó con voz recia: «¡Viva LoríoUn estremecimiento de susto corrió por toda la plazoleta. La inquietud y el malestar se pintaron en todos los semblantes. Otro chicuelo de Canzana hizo inmediatamente lo mismo y gritó con voz más recia aún: «¡Viva Entralgo

Y al mismo tiempo le propinaba otro bárbaro pellizco que el bienaventurado Jacinto recibía con el mismo éxtasis y recogimiento. ¿Viniste por Entralgo? No, vine por el monte á caer sobre Rivota. Has hecho bien, porque podías tropezar con los mozos de este pueblo que son muy burros. El joven se encogió de hombros con profundo desprecio. Los mozos de Lorío no me hacen á daño.

Al cabo, después de una larga pausa, Demetria dejó escapar un suspiro y como si saliese de un sueño exclamó: Bueno, Nolo: es hora ya de separarnos. No si tendré tiempo de ir á Lorío á despedirme de Flora y volver antes de la noche. lo tienes. Mira; el sol está muy alto todavía. Demetria guardó silencio y permaneció inmóvil mirando por encima de la paredilla á las altas montañas de Mea.

Cinco mozos de Rivota y tres de Lorío le tenían envuelto y acosado como jauría de perros á un jabalí feroz. Quino, rodeando con la chaqueta su brazo izquierdo á modo de escudo, paraba y contestaba con habilidad los garrotazos que le dirigían, pues era diestro esgrimidor de palo. Llegó un instante, sin embargo, en que los golpes menudeaban de tal manera que le fué imposible pararlos.

Temía éste con razón, vista la actitud de los de Lorío, que hubiese pronto riña, y persistiendo en su orgulloso retraimiento no quería tomar parte en ella. Se hallaba sentado al lado de Demetria, debajo de uno de los grandes nogales que circundan el campo.

Los de Lorío y Condado á su vista se arrojan con más brío sobre los de Entralgo y Villoria y redoblan su valor y sus esfuerzos.

El capitán hizo que se trasportase la criatura á Lorío, donde fué criada por los abuelos, á quienes desde entonces protegió con eficacia si no muy ostensiblemente. Mientras sus hijos legítimos fueron niños, el fruto de su desliz le preocupó poco: lo veía rara vez, porque el amor de ellos llenaba su corazón.

Parecido á una llama impetuosa penetra entre las filas de los contrarios sembrando en ellas el pavor. Tan pronto está en un sitio como en otro: aquí tumba á un mozo, más allá desarma á otro, en otra parte persigue á un fugitivo. Imposible averiguar á qué campo pertenecía, si peleaba del lado de Lorío ó de Entralgo.

Y el mismo punzante deseo que á Nolo le acometió á ella: el de despedirse y darle testimonio de su constante amor. Al día siguiente toda la mañana empleó en los preparativos de su viaje. Efectuáronse éstos en silencio y tristemente. La casa estaba como si hubiera muerto alguno. Después de comer manifestó que iba á Lorío á despedirse de Flora; la avergonzaba mucho manifestar su verdadero designio.